jueves, 30 de agosto de 2007

Docentes vacaciones

No sé qué ha pasado con mi anterior blog, y eso que prácticamente lo estaba estrenando, lo cierto es que no puedo entrar, así que sigo en éste.

Hoy voy a hablar de un tema que domino: la depresión.

No es tan complicado como lo pintan, he reflexionado mucho sobre esta peculiar cualidad y he llegado a las siguientes conclusiones:

La depresión es como una decepción, pero a largo plazo. Desorientación. Aturdimiento. Lágrima en el ojo. Todo te importa un pimiento. En fin, que no estás para bromas.

Las depresiones son, básicamente, cuatro.
A saber:

1.- Prevacacional

2.- Vacacional a secas

3.- Postvacacional

4.- La de todos los días

1ª) La depresión "Prevacacional" empieza un mes antes de terminar las clases.
Sus síntomas son inequívocos:

- Irritabilidad
- Cansancio descomunal
- Ojeras
- Palidez extrema
- Y toda una serie de desordenes mentales que tienen como consecuencia : confundir un niño con otro, no saber con qué padre estás hablando, comerte la merienda de tus alumnos y, lo que es más grave, salir un domingo rumbo a la playa y hacer la ruta diaria hasta el colegio. ¡Qué vacía está la playa! te dices, hasta que te das cuenta de que no hay hamacas. Entonces le echas la culpa al coche por saberse el camino de memoria.

Esta depresión dura hasta bien entradas las vacaciones. No es tan fácil desprenderse de ella.

2ª) Cuando ya te estás recuperando, hacia el 20 de julio, te das cuenta de que has perdido un tercio de tus vacaciones y que te queda otro tercio para entrar en la temida depresión "Postvacacional".
Este periodo de tiempo, comprendido entre el 20 de julio y el 10 de agosto, es lo que se llama depresión "Vacacional a secas".

Se caracteriza por una severa desesperación y un pensamiento obsesivo y recurrente: "Tengo que aprovechar lo que me queda, tengo que aprovechar lo que me queda, tengo que...".
Así que, te levantas creyendo que te vas a comer el mundo, y te acuestas con la sensación de no haber hecho nada de lo que querías, lo cual te va hundiendo en la miseria más profunda, de forma lenta y traicionera.

3ª) A los veinte días exactos, la "Vacacional a secas" se transforma en "Postvacacional".
Los medios de comunicación nos quieren hacer creer que ésta se produce con la vuelta al trabajo. Pero no. La depresión "Postvacacional" se instala en nuestras vidas unos 20 días antes de empezar a trabajar. Los días se van. Empieza la cuenta atrás. Y la imagen del despertador se apodera de cada minuto de tu tiempo.

Es posible que ésta sea la más dura y terrible de todas, porque, aparte de que ya estás quemado por las anteriores, la "Postvacacional" se caracteriza por los elementos distorsionantes de la propia realidad, resumidos en un "No hay escapatoria", que son capaces de hundir al más optimista.

La duración media de la depresión "Postvacacional" depende de cada uno. Suele acabar cuando realmente te das cuenta de que no te queda otro remedio y que no puedes faltar a clase.

4ª) Entonces ya estás preparado para "La de todos los días", que dura el resto del año.
No me voy a extender con esta depresión, llamada vulgarmente "Lo de siempre", porque es tan rica en matices asociados al carácter y a la personalidad de cada individuo, que sería muy largo de explicar.
Sólo decir que responde a la pregunta de "¿Qué te pasa?". Si la respuesta es "Lo de siempre", sabremos que el individuo en cuestión está afectado por "La de todos los días".

En estos momentos (el lunes empiezo a trabajar) estoy, como muchísima gente, en plena depresión "Postvacacional".

Menos mal que no soy la única, así que, como también soy experta en refranes, intentaré no olvidarme del que siempre guardo para esta época, para poder decírselo a mis compañeros y aliviarlos un poco.

El lunes, cuando llegue al cole, en vez de "¡Buenos días! ¿Qué tal las depresiones?", les diré con mi mejor sonrisa: "Mal de muchos, remedio de todos".
Seguro que les va a encantar.

domingo, 26 de agosto de 2007

Refranes y dichos

Hoy no me apetece recordar, así que voy a hablar de otra cosa, concretamente de refranes.

Los refranes son frases cortas, que encierran en su enunciado una enseñanza, una intención, un juicio. Cuando utilizamos un refrán es como si disfrazáramos un "Te lo dije... " con palabras bonitas.

Hay gente que utiliza los refranes de una forma magistral. Para mí es admirable, porque hay que tener una lucidez mental tremenda para saber adecuar el refrán a una situación concreta, por no hablar de la memoria que se necesita dado el vasto repertorio de refranes que tenemos.

Por mucho que lo intente, a mí no me sale. Unas veces porque me olvido de alguna parte del texto y otras, porque no sé en qué momento tengo que utilizarlos.

Uno que me encanta y se usa mucho es "Dime dónde andas y te diré quién eres". Me parece de una sensibilidad increíble, "... te diré quién eres." Pero no sé cómo usarlo, a no ser que me llamen al móvil y lo adivine por el nombre en la pantalla...
"¡Hola, eres Laura! ¿Dónde andas? "
Y sin embargo la gente lo usa sin tener que recurrir al teléfono. No lo entiendo.

Los hay que se refieren al descanso, "No por mucho madrugar te levantas más temprano" o "A quien no madruga, Dios le ayuda". Estos dos me parecen de una sabiduría inmensa. El mensaje es claro y conciso: hay que dormir. Suelo usarlos durante el curso, cuando la gente se queja de lo cansada que está. Siempre me lo agradecen.

Los hay terribles, como "Quien siembra lluvia, recoge tormenta". Éste se refiere al cambio climático y su mensaje es que hay que tener cuidado con la contaminación. Yo a veces lo exagero, para que la gente tome conciencia, y en lugar de "tormenta" digo "huracán", o "tornado". Así llega más.

Después están los de siempre:

"En casa de herrero, buenas son tortas."
"Hombre prevenido, mal acaba."
"Más vale maña que ciento volando."
"A palabras necias, corazón que no siente."

O los típicos:

"Vísteme despacio que tengo tiempo"
"En boca cerrada, cuchara de palo."
"Cuando el río suena, salta la liebre."
"A buen entendedor, pan y cebolla."

Pero el que nunca se me olvida es "Cría cuervos y te sacarán los ojos", porque mi madre nos lo repetía continuamente. Así que lo uso en las situaciones más entrañables, porque me recuerda mi infancia.

Un dicho que me encanta y además sé usar es "En abril, aguas mil". Lo malo es que da poco juego y sólo me da para un mes. Bueno, si estoy muy apurada, también lo uso en marzo o en mayo. Mes más, mes menos...

Y cierro este post con mi favorito, el que me representa: "No todo el monte es orégano." Es un canto a la Naturaleza. ¿Su mensaje? Diáfano: "Cuando vayas al monte no pises el césped."

miércoles, 22 de agosto de 2007

París, mon amour

Tampoco puedo olvidar el día en que se me ocurrió llevar a mi hija a Disneyland París. Éramos cuatro: una amiga, nuestras respectivas hijas y, naturalmente, yo.

La odisea empezó en el aeropuerto. En facturación de Aquí nos pidieron la documentación y yo, por un pequeño despiste, me había olvidado el pasaporte en casa. Para quién no lo sepa, viajar con una menor y no tener pasaporte es todo un problema ...

Por una vez en la vida, el avión salía a su hora y no me daba tiempo de ir a casa, coger el pasaporte y volver, así que le di las llaves a una amiga y le encargué mandarme el pasaporte al hotel de París.

Tras mucho discutir, (más bien de rogar), en facturación nos dieron un documento que teníamos que presentar en el puesto de policía de Madrid, antes de coger el vuelo a París.

Por desgracia así lo hicimos. Al llegar a Madrid fuimos a la policía y nos atendió un comisario, o algo así. Le explicamos todo y le entregamos el documento. El comisario o sargento tenía una cara que daba miedo, no sé qué le habría pasado ese día, pero hizo unas cuantas llamadas telefónicas y me preguntó (muy de mala leche) que si mi hija estaba registrada en mi pasaporte.

Tengo la mala costumbre de reírme en los momentos menos oportunos, por ejemplo, cuando estoy nerviosa. Y en ese momento lo estaba, y mucho. Así que le contesté, riéndome, que no lo sabía. Y era verdad, no me acordaba si mi hija estaba registrada o no en mi pasaporte.

Pero él se lo tomó mal, pensó que le estaba tomando el pelo, y de repente, empezó a gritar como un poseso que no nos moveríamos de allí hasta que mi pasaporte no estuviera en sus manos...

Casi nos da algo. Salimos arrastrándonos de ese maldito despacho y nos sentamos en una cafetería viendo cómo se esfumaban nuestras vacaciones, el dinero que habíamos pagado y nuestra ropa, que se iba a París sin nosotras.

De pronto se oyó por un altavoz : "último aviso para los pasajeros del vuelo no sé qué, con destino a París", nos miramos, nos levantamos y salimos corriendo. Cruzamos el aeropuerto como galgos detrás de una liebre, arrastrando a las pobres niñas que no se estaban enterando de nada. Y llegamos, sofocadas, despeinadas y hechas polvo, pero a tiempo.

Nadie nos dijo nada, nos dejaron pasar, es más, los pasajeros nos miraron con cara de "ya era hora" porque llevaban un rato esperando por nosotras. Tras las típicas disculpas del capitán por el pequeño retraso, el avión se puso en marcha. Yo miraba de vez en cuando para atrás, por si aparecía el comisario ese y detenía el vuelo. Pero no, no se enteró.

Cuando abrí los ojos allí estaba, como una maqueta de juguete, la torre Eiffel. ¡Estábamos en París! ¡Con nuestras maletas! Y así fue cómo pisé por primera vez, suelo francés: como una perfecta delincuente.

Muy mono Disneyland. No me quiero ni acordar las veces que estuve a punto de vomitar con tanta noria y tanta tacita de La Bella... Es que las tacitas de La Bella, repersentan la sofisticación más absoluta del mareo. Además de girar sobre una plataforma, giraban sobre sí mismas a una velocidad de vértigo. Dos giros inversos y simultáneos. Sólo de escribirlo me mareo.

Pero a mí me interesaba París. Y al cuarto día, llegamos.
En París todo el mundo habla francés. Menos mal que había letreros. Pero casi todos ponían " SORTIE" , o algo parecido. Dedujimos que significaba "SALIDA", así que, los tres días que estuvimos allí, nos dedicamos a salir de todas partes. No pudimos salir de Notre Dame porque estaba cerrada por reformas. Tampoco salimos de los jardines de Versalles porque ese día diluvió. Pero bien.

Eso sí, la comida era cara. La última noche cenamos en una terraza de no me acuerdo qué calle, pero era céntrica. Muy fino y muy bonito todo, pero en la ensalada había una mosca. Llamamos al camarero y le dijimos : "Una muuj en la salad", pero no quiso entendernos. A cambio nos trajo la cuenta. La ensalada quedó intacta, pero creo que nos cobró la mosca.

Y así terminó nuestro viaje a París. Volvimos sin ningún problema.
Al par de días recibí una llamada de Francia, desde el hotel donde nos habíamos alojado. Sólo querían decirme que mi pasaporte estaba en recepción, que qué tenían que hacer con él...

¡¡¡ Dioooos...!!!!

domingo, 19 de agosto de 2007

El día que conocí a mi ex-novio

Si hay algo que no debería olvidar nunca es el día en que conocí a mi ex novio.

Era sábado, Miguel contaba cuentos en un conocido local, y yo había quedado con mis amigas para tomar un par de copas y pasar un rato agradable escuchando historias.

Miguel y yo nos conocíamos de vista desde hacía tiempo; habíamos coincidido en varios cursos, él como profesor, yo como alumna, y me gustaba.

Me gustaba su aire serio y distante, ese halo de misterio que lo envolvía, su mirada de hielo y su cuerpo moreno y bien trabajado.
Me gustaba su forma de hablar, su elegancia, su vasta cultura, su fama de soltero inaccesible y profesional intachable, su carisma.
Todo me gustaba de Miguel.

Así que esa noche salí de casa con la sana intención de recrearme la vista y regalarme el oído con uno de los hombres más atractivos y apetecibles de la ciudad.

Miguel contaba cuentos como nadie (lástima que no me acuerde de ninguno) y había elegido un repertorio fantástico, así que entre risas, aplausos y expectantes silencios, se acabó la primera parte y entramos en el descanso.

Se encendieron las luces. La sala estaba abarrotada de gente, en la barra, en el suelo, de pie, no cabía ni un alfiler ahí dentro. Nosotras estábamos sentadas en un rinconcito muy cómodo charlando animadamente, cuando, de entre la gente, surgió como por encanto, una vendedora de flores (recuerdo que era china) y se me acercó con una rosa en la mano.

La mujer estaba empeñadísima en que yo cogiera la flor, pero yo no quería comprársela y, lo más educadamente posible, apartaba su mano de la mía una y otra vez, diciendo que no con la cabeza, a ver si así me entendía. Pero no había manera, me cogía la mano e introducía entre mis dedos la dichosa rosa para que yo me la quedara.

El desconcierto y la impotencia se apoderaron de mí, la situación era absurda, estaba peleando a base de sonrisas con una china más cabezota que yo, y no pensaba ceder, ... pero ella tampoco.

De repente la mujer se dio la vuelta y con la cabeza señaló hacia la barra. Allí estaba Miguel, con una gran sonrisa y mirando divertido.
Y de pronto entendí: ¡ Miguel me mandaba la rosa ! ¡ A mí !
¡ De-lan-te-de-to-doel-mun-do !

Todo se oscureció para mí en ese instante, bajo el único foco existente sólo estaba yo, la única, con mi única rosa en la mano y con una sonrisa ... única. Creo que levité.

Cuando volví en mí, intenté controlarme y borrar esa sonrisa de idiota que seguía teniendo en la cara, y con un gesto de forzada naturalidad le mandé un beso volado a Miguel, (porque estaba muy lejos para dárselo directamente), y me senté, con el corazón a mil, intentando evitar las miradas de la mayoría de la gente que se había quedado con todo.

De la segunda parte del espectáculo no fui consciente. No me acuerdo absolutamente de nada. Cuando desperté estaba en la calle, flotando todavía, dirigiéndome hacia el coche y agarrando la rosa con todas mis fuerzas, por si algún maleante que pudiera pasar por allí me la robara.

No volví a ver a Miguel hasta el mes siguiente, enero, que fue cuando tuvimos muestra primera cita. No sé exactamente qué día fue, pero sí recuerdo que metí la pata ... y varias veces.

Pero eso queda para otro día.

jueves, 16 de agosto de 2007

Presentación

Soy una persona normal y corriente, de las que te cruzas por la calle y no reparas en ellas.

Tengo un trabajo que me absorbe tres cuartas partes del día, una hija en su punto más álgido de la adolescencia, un coche viejo que funciona a pesar de los pocos cuidados que recibe, un piso permanentemente ocupado por las adolescentes amigas de mi hija adolescente, un ex marido desaparecido de la faz de la tierra, un ex novio arrepentido y desesperado, y una pareja que no quiere ni oír hablar de la palabra "pareja".

Tengo a mi familia desperdigada por el mundo, un agujero en el cerebro que me ha dejado una ligera afasia y algún que otro cable cruzado, pago una hipoteca, siempre ando con prisas y hago filigranas con mi sueldo para llegar a fin de mes.

Sin embargo, a pesar de que no todo el monte es orégano, estoy satisfecha con mi vida y soy razonablemente feliz.

El otro día me serví el café dentro de la lata de leche condensada, suelo perder el coche en los aparcamientos públicos, soy incapaz de recordar el título del libro que estoy leyendo, si alguien me habla me quedo hipnotizada con el movimiento de sus labios y cuando empiezo a ver esa película tan buena que me han recomendado, no paso de los primeros diálogos, porque mi cerebro se dispara en mil pensamientos que no vienen al caso.

Por mucho que me repita: concéntrate, concéntrate, concéntrate, cuando me doy cuenta, en lugar de café me he hecho un colacao, estoy forcejeando con la cerradura de un coche que no es mío, o besando afectuosamente a una persona que se parece mucho a alguien que no recuerdo.

En fin, tengo un serio problema de concentración, por no decir de memoria, y por eso me he decidido a escribir, así, si algún día se me olvida quién soy, siempre podré venir y leerme.

Suponiendo que me acuerde de que tengo un blog...