sábado, 27 de octubre de 2007

El misterio de la muela

Tengo un dolor de muela intransitable. No tengo ganas de nada, sólo de comer. ¡Pero no puedo...!
No es una muela del juicio, no, es una de las mías. Pero me duele como si no le importara.
¡No es justo...! ¿Por qué todo me pasa los fines de semana?

Hace unos días fui al dentista porque ya empezaba a dolerme, y esta vez estaba casi segura de que no me lo estaba imaginando. Me encanta ir al dentista, te tratan muy bien.

En la sala de espera de un dentista siempre hay música relajante y todos los pacientes están serios y callados, para oír mejor. Cuando te toca el turno y pasas a la consulta no te hacen sentar, como otros, ¡te puedes tender! y el sillón es muy cómodo. Además te enfocan con un montón de luces, y eso, quieras o no, te hace sentir muy importante, como una estrella.

Como iba diciendo, aquel día fui al dentista, y tras una larga espera por fin logré tenderme en el sillón. Se me agarrotaron todos los músculos de tan relajada que estaba y, mientras mis uñas se clavaban en el asiento, el dentista y su enfermera empezaron a hablarme dulcemente, intentando convencerme para que abriera la boca.

Mis dientes estaban sellados y yo permanecía allí tendida, agarrándome con todas mis fuerzas al sillón, con una inamovible sonrisa de agradecimiento. Los focos me cegaban y, como si de una pesadilla se tratara, sólo veía dos siluetas verdes gesticulando y moviendo ante mí unos temibles instrumentos afilados.

Después de un largo pero intenso forcejeo lograron abrirme la boca. Cerré los ojos violentamente, escondí la lengua para que no me la pellizcaran, pegué la campanilla al paladar y los dejé hacer... me había rendido.

Todo está en perfecto orden, le dijo el dentista a la enfermera, y cuando ya estaba a punto de saltar del sillón, dar las gracias y salir corriendo, decidieron hacerme una radiografía.

La radiografía descubrió algo insólito. A mi muela se le está desapareciendo la raíz. El dentista se quedó desconcertado y sin saber qué decir. Por lo visto los casos de desaparición de raíz son muy raros y todavía están en estudio. En resumen, que no tienen ni idea.

Pero a mí no me engañan. Yo sé perfectamente lo que me está pasando: ¡estoy desapareciendo por dentro! Qué alivio. Sólo es eso. Estoy empezando a desaparecer...

Supongo que cuando desaparezca por dentro me sentiré más ligera y me costará mucho menos levantarme por la mañana. Además, va a ser muy divertido cuando alguien me toque y me traspase. Lo único que me preocupa es cómo decírselo a mi hija.

Qué suerte tengo, voy a ser invisible. Cuando desaparezca por completo voy a dedicarme a asustar a todo el mundo, sobre todo a mi jefe. Me lo voy a pasar genial. La vida me ha concedido muchos poderes, mi sexto sentido, mis descargas eléctricas y ahora, cuando menos lo esperaba, el don de la invisibilidad. No tengo palabras, así que no diré nada.

Sin embargo nunca pensé que desaparecer fuera tan doloroso. Será cuestión de tiempo... El martes vuelvo al dentista. Mientras, me voy a tomar un calmante, a ver si me alivia el dolor.

PS.- Si alguien conoce algún caso similar, o por lo menos parecido, se agradece información.

domingo, 21 de octubre de 2007

El bluff de las marcas

Como quedó bien claro en el post anterior, detesto ir de compras.
Además, con tantas marcas y tantas imitaciones hay que tener todos los ojos abiertos para evitar que te estafen. Por eso ya no puedo ni siquiera oir miccionar la palabra "marca" sin ponerme de muy mal humor.

Recuerdo el día en que casi me estafan. Menos mal que con un cerebro despierto y avispado como el mío, es prácticamente imposible hacerlo...

Tenía una cena de negocios. Con mi hija. Íbamos a discutir el tema de la paga semanal y su relación directa con el orden de su habitación. Un compromiso tan importante requería un toque especial en mi indumentaria. Quería impresionarla con mi elegancia y saber estar, así que decidí vestirme para aquel evento, toda de marca, de pies a cabeza... pasando por el cuerpo.

Acudí a unos grandes almacenes de esos donde encuentras de todo. O por lo menos eso creía yo... Ya me veía vestida por los grandes diseñadores, sobria pero sencilla, ebria pero discreta, dispuesta a causar pésima impresión. Y con todos esos alegres pensamientos me dirigí canturreando a la planta de gente joven.

Había oído hablar de una diseñadora divertida y atrevida en el uso del color, pero, con mi mala memoria, no me acordaba de su nombre. Sabía que tenía que ver con una piedra, Topacio, Ágata, Amatista, Ámbar... No había manera. Pero su apellido sí lo recordaba. Ruiz me la Paga.

-¿Una falda de Ágata Ruiz me la Paga, por favor?- Pregunté con mucho desparpajo. Qué educadas son las dependientas, siempre se están riendo, por tarde que sea. Y aquel día no fue menos. Con una amable carcajada, la chica me dijo que no. Que hasta que no viniera Ruiz a pagar, que no había nada que hacer. Supuse que no quedaban existencias, así que pensé en Carolina Espera.

En Carolina Espera, como su propio nombre indica, estuve esperando un buen rato y como no aparecía nadie que se llamase Carolina, pensé intentarlo más allá. Más allá estaba Emporio Ay Mami. ¡Mira que llamar a un hijo Emporio... ! Con razón se queja en su firma. Con gran desilusión comprobé que de Ay Mami no había nada y lo que es peor: ¡Nadie había oído hablar nunca de esa marca! ¡Qué desfachatez!

Así me pasé el resto de la tarde. No encontré nada de nada. Y mira que pregunté por firmas famosas... Don Gordinflón, Turú, Dolce Almorrana, Verbache, Tommy Mc Giver. Ni siquiera me pude comprar un simple vaquero en Pepelín...

Cuando pregunté por Ofidio Tuxi me mandaron a la sección de animales, cuando quise comprarme unos pendientes de Fous me indicaron dónde estaba el aseo y para colmo, cuando fui a la sección de perfumería y amablemente solicité un Panel nº 5 o un Cacharrel, me mandaron a repuestos de automóviles... No me lo explico. Tanta propaganda, tanta propaganda... y la cruda realidad es que las firmas sólo las vemos en las facturas.

No volveré a comprar nada de marca. Las marcas no existen. ¡Todo es un bluff!
Y cuidado ustedes también, no les vayan a vender fresas por un Toma Strawberry...

jueves, 18 de octubre de 2007

Lluvia de estrellas

Cuando quiero relajarme, salgo de compras con mi hija.

Ir de tiendas con su hija adolescente es todo lo que una buena madre pueda desear. Por eso suelo hacerlo con frecuencia, y si no hay nada que comprar, me lo invento. Lo importante es ser constante y entrenar cuerpo y mente con esta actividad tan lúdica.

Recuerdo el aciago día en que se me ocurrió decirle a la niña que le hacía falta un bikini. Aquel día mi hija tenía exactamente trece años. Yo no.
Después de una abrumadora semana me sentía tensa y nerviosa y necesitaba, como nunca, hacer terapia. Así que le rogué encarecidamente que fuéramos de compras.

Tras mucho insistir, logré mi propósito. Qué emocionante. Toda una tarde de compras. Y un sábado. No podía pedir más. Le di las gracias a mi buena fortuna y nos dispusimos a salir, haciendo un recuento de las tiendas disponibles para no olvidarnos de ninguna.

Y así fue. No dejamos atrás ninguna tienda. Caminamos horas y horas como buenas hermanas en la más tierna armonía, arrastrando yo los pies y ella, incansable, con toda su energía intacta ...y su mala uva también. Por fin, ya de noche, llegamos a una tienda de deportes, famosa por sus lindos y asequibles modelitos.

Como toda tienda que se precie, el probador era minúsculo. Cabíamos bien de perfil, pero si nos poníamos de frente, una de las dos sobraba. La puerta no era puerta, sino una cortina monísima que no llegaba al suelo, cubriendo únicamente de rodilla para arriba.

Gracias a la cortina pudimos desenvolvernos en aquel ecosistema y después de varios codazos y unas cuantas patadas, descubrimos, con inmensa alegría, que había llegado la hora de comprar. Lo habíamos conseguido. ¡Teníamos bikini!

Recuerdo la ropa en el suelo, el espejo, la gente impaciente que esperaba fuera. Recuerdo a mi hija agarrada de un perchero, yo de pie con el bikini nuevo en las manos. Recuerdo decir algo, no sé qué, y empezar a reirnos como locas. Y como tantas otras veces, recuerdo cómo el tiempo se paró y cómo el mundo empezó a girar a cámara lenta.

El ataque de risa fue tan grande que, de repente, mi hija se agachó, abrió las piernas, me miró... y se puso a hacer pis de una forma encantadora. Al principio fue un chorrito que poco a poco fue aumentando, convirtiéndose de repente en una sonora cascada que iba inundando el probador por momentos. Mi risa se congeló en ese mismo instante. ¡No podía ser! ¡ Eso no me podía estar pasando a mí! ¡No era justo!

Quise desaparecer, quise volatilizarme, quise abrir los brazos y convertirme en puerta blindada, quise no volver a salir de allí. Pero la realidad era bien distinta. Una tienda llena de gente y un probador inundado de pis. Paralizada, desesperada, enigmática y confusa, supe al momento lo que tenía que hacer. Dos lagrimones surcaron mis mejillas y así, sin más, me puse a llorar.

Y lloré un buen rato, no te creas, justo el tiempo de ver que detrás de la cortina no había pies. Entonces salimos disparadas, como dos almas en pena, encorvadas y veloces mirando al suelo, sintiendo encima de nosotras la mirada fría y acusadora de todos los que habían oído, detrás de la cortina, aquella riada espectacular.

La terapia funcionó. Llegué a casa tan cansada, deshecha y trastornada que aquella noche dormí como una bendita. Soñé con lluvia, lluvia de estrellas, que inundaba inexorablemente mi camerino, cortinas de humo, percheros flotantes, bikinis de rayas y terapias de grupo. Creo que fue una pesadilla. No me lo explico.

A pesar de todo, ahorré. No gastamos ni un duro, hicimos ejercicio, ocupamos la tarde, conocimos un montón de gente y nos pusimos al día en bikinis de nueva temporada.
Sin embargo, a partir de entonces, no hemos vuelto a compartir probador.

Y colorado colorín,
todo es cierto, de principio a fin.

domingo, 14 de octubre de 2007

Imagina

Recibir un premio por internet es fantástico. Sobre todo porque no tienes que emperifollarte para ir a recogerlo. Así como estás, en pijama, en zapatillas o con el delantal puesto, vas, lo recoges y nadie se entera.

Tampoco tienes que asistir a uno de esos aburridos actos de entrega, ni dar un discurso, y menos todavía terminar en un cóctel donde no conoces a nadie, comiendo canapés y bebiendo lo que pilles.

No no, aquí es bien distinto. Pero el miércoles pasado yo aun no lo sabía...

Estaba comiendo, bastante abatida, pensando en mi tarde de padres, cuando recibí una extraña notificación. Tenía que ir a recoger algo a casa de Nanny-Ogg. Me puse a meditar. ¿Qué tendría que darme Nanny con tanta urgencia? ¿Un cuento nuevo? ¿Un café? ¿Un queso de Guía? ¿Acaso una nueva gripe? ¿O sería un premio al blog que menos te hace pensar? ¡Qué ilusión! ¡Seguro que iba a ser eso!

-No me da tiempo- pensé. Pero la curiosidad es una de mis mejores aliadas, así que, sobre la marcha, me puse mi traje de noche rojo pasión, unos tacones vertiginosos, me pinté, me recogí el pelo, me perfumé... ¡vamos, que me puse hecha un primor! y me senté a esperar la limusina, que no tardó.

Me subí al coche con gran escándalo del vecindario. La calle estaba cubierta por una extraña alfombra roja a juego con mi traje, que todavía no sé de donde pudo haber salido, y así, entre aplausos, vítores y fanfarrias, le dije al chófer: - ¡A Hollywood por favor!

Cuando llegué todo el mundo me estaba esperando y una banda tocaba "Yellow Submarine". Con una sonrisa perfecta le di un par de besos a Nanny, me subí al escenario, recogí mi premio, recité una poesía a todas las pelusas, me tomé un vino, dejé mis huellas dactilares en el cemento, me despedí cordialmente y regresé como un tiro a casa porque se me había hecho tarde y tenía que volver al colegio.

Nanny-Ogg me ha dado uno de los premios más bonitos que se pueda imaginar, el premio a la imaginación. Gracias Nanny, me ha encantado recibirlo y, sobre todo, que haya venido de ti.
Así que me preparo a pasar el testigo, como dicen las normas.

Hay un blog que me gusta especialmente. Habla de amor, qué mejor tema para dejar volar la imaginación, y lo hace de una manera absolutamente original. Sus escritos son cortos pero densos y hace uso de la imagen literaria de forma magistral. Es ingenioso, creativo y de una belleza expresiva envidiable. En fin, que lo recomiendo: El detective amaestrado.

Termino con música. Imagina imagina...
Imagina un mundo mejor.
Puede hacerse realidad...

martes, 9 de octubre de 2007

Tarde de padres

Así como algunos tienen su tarde de toros, yo tengo mi tarde de padres.
Una vez al año hacemos una reunión con todos los padres y a cada uno le toca lidiar con sus propios morlacos. Todavía recuerdo la del año pasado...

A pesar de haber anunciado a los cinco vientos que no había nada demasiado importante que decir, únicamente presentarnos y dar los contenidos y objetivos del curso, aquella tarde, y ante mi más absoluta desesperación, aparecieron todos. ¡Todos!

Recuerdo cómo, de repente, se llenó la clase de desconocidos que iban, en alegre algarabía, ocupando los pupitres vacíos de sus hijos. Se sentaron como pudieron, muchos a presión, y un numeroso grupo se quedó de pie, amenazante.
¡Estaba rodeada!

Cuando me di cuenta, se había hecho un silencio ensordecedor y tenía frente a mí cincuenta y cuatro narices apuntándome, ciento ocho ojos escudriñándome, otros tantos oídos atendiéndome y una cantidad incalculable de dedos dedicados a las más diversas ocupaciones.

Ante aquel obtuso silencio, sentí cómo mi cuerpo menguaba. Empecé a hacerme pequeña pequeña, hasta casi el punto de desaparecer. Me había quedado en el centro, delante de la pizarra, que en esos momentos se me antojaba enorme, gigantesca, y yo, encogida, insignificante bajo aquella mole verde que hasta ese instante me había caído bien. Pensé en mimetizarme con ella, o convertirme en tiza, pero a pesar del traje blanco que llevaba, no lo logré.

En uno de mis impredecibles arranques de osadía, me dirigí con paso firme y tendencioso hacia mi mesa, seguida en todo momento por ese montón de ojos curiosos, bocas solitarias, dedos inquietos, orejas salvajes, gestos impacientes, narices rebeldes, glotis difusas, en fin, de su esencia.

Y en un gesto de coraje y valentía, saqué de mi bolso el abanico de mano, intentando así ganar tiempo, crecer un poco más y conseguir el aire que faltaba en mis pulmones.

Con un gracioso ademán abrí el abanico, que chocó con uno de mis pendientes nacarados, que a su vez se soltó de mi oreja, se introdujo en mi escote, se escurrió cuerpo abajo y cayó, con un potente "toclón", a mis pies.

No hubo forma de disimularlo. ¡No iba a pisarlo pues...! Así que me quedé como una gallina con un huevo recién puesto y sintiéndome un güebíparo de esos que dicen mis niños...

Pero a partir de ese instante todo cambió.

Como primera medida pasé lista, después les hice sacar el Dragón Canelón y les mandé media hora de lectura colectiva. A los de la primera fila les pregunté las tablas y a los del fondo el abecedario, saqué a unos cuantos a la pizarra para que escribieran su nombre y eché de clase a dos que estaban hablando. Les di una charla sobre lo saludable que es traer merienda al cole y por último les hice cantar una canción. ¡Quedaron encantados! Y prometieron volver este año con dulces y pasteles...

Cuando abrí los ojos la pizarra seguía en su sitio, el borrador, las tizas, el pendiente, los padres, el silencio ...y yo.
Fue entonces cuando empezó la corrida. ¡Me llevé de banderillazos...!



Mañana, a las cinco, tengo mi tarde de padres.
Sólo espero que no se olviden de los dulces...

sábado, 6 de octubre de 2007

Qué bonito es el otoño

Llevo tres días con una gripe estupedda.
No soy propensa a que esta abiga be visite, pero cuando aparece, lo hace con toda su virulencia.

He probado ya tres tratabientos.
El jueves be tobé un sobre de cuyo nobbre do quiero acordarbe.
Ayer, una aspirida.
Y hoy, un agradable jarabe color fucsia.

Pero dada me hace efecto y cada día me siento bejor.
De todas formas, do teggo ni un decímetro de fiebre, así que es muy probable que se trate de una gripe fantasba.

Por eso no voy a ir al bédico, porque me va a decir que todo es psicológico y se va a enfadar cobbigo por hacerle perder el tiempo.

Por lo tanto he decidido aguantarme, quejarme lo benos posible y acostarme el resto del fin de sebana, a ver si se me olvida y logro reponerme de este trastordo de la ibaginación.

Tappoco voy a escribir, porque estoy tan convencida de que me encuentro bal, que mi legeddaria lucidez se vería mermada por culpa de tan nefastos pensabientos.

Feliz fin de sebana a todos y no den rienda suelta a su ibaginación, no vaya a ser que se cojan una gripe.

lunes, 1 de octubre de 2007

Grandes acontecimientos

Hoy es un día muy especial, así que voy a escribir antes de que se me acabe.
Me alegro porque no tengo que hacer el esfuerzo de recordar nada. Me ceñiré al presente, sin ningún esfuerzo, y escribiré por qué hoy es un día de celebraciones.

Los eventos son tres:

El primero, y no por ello menos importante, es que hoy, 1 de octubre, nació mi madre.
Este acontecimiento me confunde. Llevo todo el día pensando, y si estoy en lo cierto (que lo estoy porque acabo de felicitarla) mi madre es más joven que yo.

Además, haciendo cuentas, le llevo casi un año, porque yo nací en enero...
Qué alegría tener una madre tan joven. Recién nacida y ya con una nieta. Se va a llevar una sorpresa...!

De todas formas seguiré pensando en este asunto porque hay algo que no cuadra. Yo nací en enero, entonces ¿cómo es posible que mi hija haya nacido en mayo si un embarazo dura más o menos nueve meses? Me falta un dato. Tendré que repasar el calendario de este año.

Tras este extenso homenaje, paso a citar el segundo gran acontecimiento del día.
Hoy, 1 de octubre, empecé a trabajar por la tarde. También.

Por fin. Esto de trabajar media jornada en septiembre era un aburrimiento. A quién se le ocurre... Trabajando todo el día me entretengo más, ocupo el tiempo que me sobra, no pierdo media tarde durmiendo la siesta y además, las relaciones con mi hija mejoran drásticamente. Como salgo por la mañana, almuerzo sola y vuelvo a casa cerca de las seis, sólo nos peleamos por la noche. Qué paz y qué armonía se vive ahora en casa. Lástima que no tengamos nocturno en el colegio...

La tercera y última razón que hace este día tan especial es una bomba.
Hoy, 1 de octubre, hace exactamente un año y medio que conocí a mi no pareja.
...y todavía no es mi ex!!!
No me extraña. Lo tengo encandilado con mi elocuencia, mi coherencia y, sobre todo, con mi pensamiento lógico y profundo. En fin, que soy un chollo...

Termino este breve post agradeciendo, de antemano, sus muestras de alegría por tener una madre tan joven, un trabajo tan estupendo y una no pareja tan duradera.

Gracias.