martes, 22 de febrero de 2011

El extraño caso de los coches menguantes


Mi coche y yo somos de embrague único.
Llevamos juntos quince años. O más... Y le tengo mucho cariño. Pero nunca creí, hasta este mismísimo fin de semana, ser la afortunada propietaria de uno de los coches más revolucionarios del momento...

El domingo por la mañana, si ir más lejos, salí con mi no pareja para hacer nuestro segundo consuetudinario paseo por la playa. Así que, una vez en la calle, miré de soslayo a mi coche, que, como cada fin de semana, había pasado la noche fuera. Cuál fue mi sorpresa al comprobar que, a pesar de que había sitio de sobra, ¡mi coche había menguado! ¡Le faltaba la parte trasera! ¡La mitad de mi coche había desaparecido! Crucé la calle de un salto para ver de cerca tan asombroso acontecimiento. ¡Era cierto! ¡No estaba alucinando! Mi coche, en un acto de generosidad y solidaridad único, se había encogido totalmente, dejando espacio suficiente para que otros aparcaran. Qué alegría... Qué orgullosa me sentí de repente...¡Pero si le faltaba hasta la rueda! Y entonces fue cuando me entró un cisco en el ojo. Y de tan orgullosa que me sentí, empecé a llorar como una Tartaleta. No sé... Es tan entrañable levantarte por la mañana y encontrar tu coche encogido... Así, sin previo aviso... Tenía ganas de gritarlo al mundo. ¡Tenía medio coche aparcado! ¡Qué sorpresa tan devastadora! Pero me contuve. Y fui a la comisaría más cercana a contar la buena nueva. En la sala de espera me senté al lado de una niña de doce años. Angelito... Estaba llorando mientras comía papas fritas y, de paso, se disponía a denunciar a su madre. Hay que ver... Así que me puse las gafas de sol y prometí solemnemente ¡no volver a comprarle papas fritas a mi hija nunca más...!

El caso de las papas duró un buen rato, hasta que la madre, sorprendentemente molesta, se llevó a la niña del brazo. Y por fin empezaron con el mío.¡El caso de los coches menguantes! Me atendió un chico muy amable que, entre pitos y flautas, se puso a escribir todo lo que yo le iba contando. Empecé diciéndole lo que había desayunado, también le conté cómo había pasado la noche, que me había levantado a tomar agua, que tenía que comprar una almohada nueva, que el pijama era muy abrigado, que el café había salido amargo, que el agua no era del todo potable... y, cuando ya me disponía a describirle el dormitorio, me interrumpió para preguntarme que qué tenía el coche.

Hice un gracioso baile con los hombros para dilucidar en qué punto exacto estaba situada la izquierda. Y tras mucho pensar dije: "Le ha desaparecido la parte posterior izquierda..." Palabras mágicas las mías... Yo creo que se inspiró en mi baile, porque nada más decir "izquierda", el amable policía me dijo que unas horas antes habían estado allí dos chicos para contar una buena nueva parecida. Pero a ellos se les había encogido el coche por el lado anterior derecho. Y que había un noventa por ciento de posibilidades de que fueran ellos los precursores de este nuevo fenómeno. ¡Qué casualidad! ¿Se estarán poniendo de acuerdo todos los coches de Santa Cruz para menguar a la vez? ¡De ser así, ya no habrá problema para aparcar! ¡Qué contento se va a poner el alcalde...!

Total que el policía me dijo que iba a venir la científica. ¡La científica...! Si hasta con ropa de playa se me nota la intelectualidad... ¿Pero qué le iba a decir yo a la científica...? Si soy de letras... Hice un rápido repaso de las Leyes de Mendelssohn, de Murphy y del Talión, para tener una convesación a la altura de una mujer de ciencias... Pero no hizo falta, porque en su lugar vino un fotógrafo. Me encantó la idea, así que ensayé varias poses al lado del coche, aunque el fotógrafo me da a mí que apuntaba muy bajo. Pero alguna foto de mis pies seguro que salió... Al cabo de un rato vino otro coche con dos chicas. Pero de la científica ni rastro... Empezaron a medir todo lo que había encogido el coche. Yo, para quedar bien, les dije que la Ley de la Gravedad impedía conducir un coche con tres ruedas. Quedé impecable. Lástima que no me oyera la científica...

Después sacaron varios sobres y empezamos todos a recoger un reguero de plásticos y cristales que había en el suelo debido a la rápida compresión de mi auto. Fue divertidísimo. En cada sobre, un color. Un sobre para el blanco, otro para el rojo, otro para el ámbar y un cuarto para el gris y el negro. ¡Gané yo, que cogí más trozos! Y como ya era de noche ¡hasta usamos linternas!¡Como en los campamentos! Hay que ver lo limpia y hacendosa que es esta gente... Yo quería quedarme con la mitad de los sobres, pero no pudo ser. Total que, después de la sesión de fotos y la campaña de recogida, nos despedimos como buenos amigos, no sin antes comunicarme el fotógrafo, que los chicos del otro coche menguante estaban con la famosa científica. ¡Qué suerte! Seguro que un día de estos la conozco yo también...

Pues ayer lunes va ¡y me llama la científica! Me dijo que si me acordaba de ella... Yo casi le digo la verdad. Pero al final me dio pena y le dije que sí, que me acordaba perfectamente. Total que quería sacar fotos. Pero esta vez al coche. Y quería el teléfono del mecánico. Como no tenía gafas en ese momento, me equivoqué y le di el teléfono de la grúa. Total... ¡Que se las arregle! Y si no, haberse personado personalmente el día de los autos... También me llamó el seguro, y dicen que mañana me mandan un perito. Todavía estoy pensando qué voy a hacer yo con un perito si no tengo jardín. Estoy por llamarlos y decirles que me manden un limonero. Que se da mejor en maceta. Pero tratándose de un regalo... En fin, que plantaré el perito a ver...

Mientras dura todo este guirigay, mi no pareja me ha dejado su coche. Es un Smart. Automático... Con lo que a mí me gusta pensar... Ayer estuvimos haciendo prácticas. Realmente es fácil de llevar, es tan suave que ni te enteras cuando cambias de marcha, y el embrague es como si no estuviera de lo tan bien escondido que está. Vamos, que está camuflado en algún lado, porque yo lo piso pero no lo veo... En fin, que éste no creo que pueda encoger... Y así estoy ahora, conduciendo un Smart que no me deja pensar, esperando que me manden el perito, escrutando atentamente cualquier cambio en los coches del vecindario para ver si continúa este fenómeno de los coches menguantes y con la policía vuelta loca buscando a mi mecánico.

Pero no se preocupen. El día que por fin logre conocer a la científica ¡quedará pasmado aquí sin falta!




A mi no pareja: Gracias, lindo, por ponérmelo mucho más fácil.
A Dana: Aunque estés en Italia y no me entiendas, que alguien te traduzca que te echo de menos...