Mira que tenemos suerte los humanos. Cada año que pasa volvemos a nacer. Y después nos quejamos de los gatos. ¡Pero si ellos sólo tienen siete! ¡Vaya comparación...!
Lo que pasa es que hay que tener mucho cuidado con la vida que se elige cada año. Y, sobre todo, hay que dominar el vocabulario. Porque de no ser así te puedes meter en un buen lío.
Como ya no soy una niña, tengo la suerte de tener muchas vidas en mi haber, todas variadas y sorprendentes. Me lo he pasado tan bien en cada vida que no he tenido necesidad de repetir ninguna. Además, estoy convencida de que en la variedad se hicieron colores, por eso es bueno cambiar.
Recuerdo que una vez, cuando era pequeña, elegí la vida de "niña repelente". Lo pasé tan bien que mis padres casi me expulsan. El siguiente año, para compensarles, me hice "niña prodigio". No fue tan divertido, pero en casa estaban encantados y en el colegio me hice muy famosa. De esa época también recuerdo el año que fui "niñata", mis hermanos terminaron un poco hartos de mí, pero yo conseguí la Barbie China.
Me divertí tanto en mi vida de "jovenzuela" que pasado un tiempo lo intenté de nuevo con la de "mujerzuela". Pero no fue lo mismo, así que me quité de la lista y ese año lo pasé de incógnito.
Cuando me hice mujer se abrieron ante mí muchísimos caminos por explorar. Así que empecé siendo "mujer de su casa". Estuve todo el año buscando pero no logré dar con la casa. Todas las que visitaba ya tenían una mujer dentro. Un año de estos voy a repetir la experiencia a ver si tengo suerte y encuentro la casa que es...
Otro año me hice "mujer trabajadora". ¡Qué agotador! No descansaba nunca. Me pasaba los días pensando qué trabajo me convendría más. Y encima por la noche tenía pesadillas. ¡Qué angustia! Cada vez que intentaba descansar soñaba que estaba haciendo cola en las oficinas del paro. Fue un añus terribilum. Tanto que decidí febrilmente no volverlo a intentar.
Así que el siguiente me hice "mujer florero". Qué relax. Me pasaba el día limándome las uñas. Y qué perfumada tenía la casa de tantas flores que compraba. Hasta que me aburrí. Para una persona con una actividad tan galopante como la mía, ser "mujer florero" tiene sus limitaciones. ¡No te puedes mover de la mesa! Y eso de ser como un mueble no está hecho para mí.
Ya descansada y con las manos impecables, el año siguiente elegí ser "mujer independiente". Fue muy gratificante, pero con tanta independencia me quedé sin amigos. No me llevaba con nadie. ¡Faltaría más! Una persona independiente tiene que hacerlo todo sola, sin pender de los demás. Y así lo hice. Hay que ser consecuente con lo que se quiere. Yo quería independencia y no podía, bajo ningún prospecto, estar pendiente de nadie, ni siquiera de mí misma. Así que me despendí de todo y de todos hasta que me dieron el título. Lo tengo enmarcado.
El año que decidí ser "mujer fatal" fue horroroso. Por mucho que intentara hacer las cosas bien todo me salía al revés. No atinaba con nada. Cualquier proyecto, iniciativa, idea, pronóstico o intención que tuviera se malograban al instante. Como si alguien me hubiera mirado mal o algo parecido. El resumen del año fue desastroso. Peor que peor. Fatal. No quiero volver a oir hablar de esa palabra nunca más.
Todavía me quedan muchas cosas por ser, "mujer de gobierno", "mujer de vida alegre", "mujer de estado" y muchas mujeres más, pero este año he decidido no complicarme. Mi nueva vida va a ser de "mujer normal", a ver cómo me va... Y ustedes, por favor, tengan cuidado con las palabras, lean bien los significados, elijan con detenimiento sus nuevas vidas y no se fíen del diccionario, que tiene letra pequeña...
A todos ¡BUENOS DÍAS! Que amanece un nuevo enero...
AGUA
Hace 21 horas