domingo, 24 de mayo de 2009

En blanco y negro

¡Hay que ver qué pronto pasa el tiempo matando mosca blanca!




Para mí que habían pasado solamente un par de meses. Pero contando y recontando ¡llevo ya sesenta días! ¡Qué barbaridad! Y redondeando, que si no...

Con la mosca blanca lo he intentado casi todo. Agua y jabón, infusión de tabaco, pegatinas amarillas. Planté romero, tomillo y lavándula, que dicen que la espantan. Y sucumbieron en el intento. Las enterré discretamente en su propio macetero... Un día usé la aspiradora. ¡Magnífico! Le daba un suave toque a las plantas y cuando se formaba una nube de bichitos blancos los aspiraba sin piedad. Fue tanto lo que me gustó que lo intenté con todas las macetas. ¡Qué entretenido! Hasta que aspiré las petunias del murete y, ante mi mirada horrorizada, de mi planta más vistosa sólo quedó un tronco y un par de hojillas despelujadas. ¡Pero las flores eran blancas...! ¡Así que muy desencaminada no iba...!

No me di por vencida... ¡El "caldo bordelés" era la mejor solución! ¡Lo decían todos! ¿Pero qué era un "caldo bordelés"? ¿Qué ingredientes llevaba? ¿Cuál era la formula mágica que me iba a librar de una vez por todas de la mosca blanca? Me puse a pensar. Y no en vano... Sino en el sofá. Como siempre. Y rápidamente llegué a una acertada conclusión. ¡Sopa de sobre! Mira que son originales los que se dedican a la jardinería... Caldo bordelés... Qué finos...

Así que elegí un caldo de pollo sin fideos. Y cuando lo tuve listo lo introduje en mi pulverizador fucsia. Frío... No se vayan a creer... Y al anochecer, como buena jardinera que soy, les di un baño a mis plantitas con todo el caldo bordelés de pollo Maggi. ¡Mejor veneno no creo que haya...! No me dejé ni una gota. Las mojé por todas partes. En el haz, en el envés, por encima de la hoja y por debajo también. Quedaron preciosas. Y me acosté rezando un cántico por las moscas blancas que quedarían definitivamente aniquiladas esa misma noche.

A la mañana siguiente me levanté al alba para ver el resultado de mi caldo bordelés. El sol estaba alto y mis plantas refulgían pegajosas en la terraza. Me acerqué sigilosamente, inspeccioné el hibisco y para mi sorpresa ¡las moscas seguían allí! ¡Y mucho más gordas! Algo había fallado en mi receta de cocina. ¡A lo mejor es que tenían que ser dos sobres...! ¡O es que no le puse sal...! No sé. Pero no importa. ¡No me vencerá una mosca blanca! ¡Y una plaga de ellas menos! Creo...

Me queda un único consuelo. Las cagaditas de estos simpáticos bichitos forman un hongo en las hojas de las plantas que se llama roya negra o negrilla. Yo siempre había pensado que se decía roña... O roñilla... Pues no, resulta que es roya. ¡Lo que se aprende cada día...! ¡Y yo llamando roñoso a mi jefe cuando en realidad es royoso! Mayana se lo digo. Y me disculpo... No sé si sabrá perdonarme, porque siendo maestra estos errores no se pueden cometer. De ahora en adelante me dedicaré a llamar royoso a todo el mundo. Para enmendar mis faltas. Aunque este ayo no he faltado casi nada...

Total, que entre la mosca blanca y la roya negra tengo una terraza verde en blanco y negro. Bueno... también son colores relajantes... ¡No como el rojo! Sólo espero no sufrir el ataque de la araya roja, que si no... En fin, que mi último método ecológico al respecto ha sido sentarme al sol con dos zapatillas en la mano y un sombrero en la cabeza, y cada vez que a una mosca blanca se le ocurre pasar por delante de mí...¡la aplasto! A este paso terminaré pronto con mi problema y lo mejor de todo es que ¡no contamina! Aunque si las moscas siguen engordando tanto tendré que plantearme usar un 38.

Mientras mataba mosca blanca, mi hija se fue a Miami. Lo contaré otro día. La gripe no se la trajo. ¡Menos mal! Y es que la mosca blanca, la roya negra, el fin de curso y la gripe aviar son demasiada plaga para un cuerpo tan endeble y contrahecho como el mío. Ya lo dice el dicho: ¡A perro flaco todos son plagas! Así que estoy pensando hacer una dieta rica en chocolate. A ver si engordando me libro de un par de ellas. ¡Que ya está bien!

Termino ya con mis avances, experimentos, conocimientos y demás sabidurías de botánicas y moscas de colores y me despido hasta la próxima, esperando aprender a contar de una vez por todas los días, para que no se me vuelva a pasar tan rápido el tiempo. Un beso grande a todos.