martes, 31 de mayo de 2011

Hacer memoria (I)

Hacer memoria es como hacer café. Amargo si no lo endulzas. O dulce, si no lo amargas...




Por eso, cuando por la mañana hago café, de paso, me pongo a hacer memoria.¡Me cuesta...!¡Pero qué le vamos a hacer! ¡Prefiero hacer memoria que quedarme sin café...!Que ya lo decía un señor con gafas: si no bebes, no conduzcas. Y cuánta razón tenía... Sin mi taza de café por las mañanas soy el terror de La Laguna. Por la tarde sólo soy el peligro... Pero bueno... Sin embargo por la noche ¡soy la peor! Y menos mal que ahora tengo este coche automático que se sabe el camino y me dejo llevar ¡que si no...!

Y allí estaba yo, en pijama, con la cafetera en la mano, medio ojo abierto y, a esas horas de la madrugada ¡trabajando ya! ¡Haciendo memoria! Total, que entretenida haciendo memoria, recordé uno de los muchos episodios de mi vida que enterraría sin pensarlo. Uno de aquellos momentos para no recordar, que son varios, pero que recuerdo tan constantemente como de vez en cuando. O nunca.

El caso es que nos íbamos a reunir todos los hermanos en verano, así que se me ocurrió la brillante idea de gastarme la extra y pico en alquilar un bungalow en el sur de Gran Canaria.  Había dos opciones. O Maspalomas o Playa del Inglés. Después de pensármelo nada, decidí que ya estaban las playas bastante llenas de gente ¡como para que hubiera también más palomas! ¡Con todas sus cacas y sus arrucutucutucúa! Así que me decidí por la Playa del Inglés. Seguro que este señor lo tendría todo muy cuidadito y con grandes reservas de té de todos los sabores. Buscando al Mister, me encontré con doña Olga. Menos mal, porque ella hablaba español y rápidamente accedió a alquilarme uno de los mejores bungalows del señor Inglés...

El bungalow tenía que ser espacioso. Venían mis hermanas, Paola y María Victoria de Irlanda, con todos sus infantes. Mi hermana, Adriana de Noruega, con su vástago. Y mi hermano, ¡Gianni de Ecuador! Aunque no sé bien si por esa época ya lo habían elegido rey. En cualquier caso, estaba al caer... Y como avanzadilla estábamos nosotras: Patricia de Gran Canaria  y Zafferano de Tenerife.  Silvia de Suecia, Margarita de Dinamarca y Alberto de Mónaco declinaron la invitación porque no tenían claro lo que era un Bungalow. Yo tampoco... Bueno, Reyes y gatos son bastante ingratos... Total, mejor así. ¡Que ya bastantes íbamos a ser!

Patricia y yo nos esmeramos en limpiar, ordenar y tener todo a punto para cuando llegara la real comitiva de mis hermanos. Nos pasamos el día en ello y por la noche, cuando Dana, que era muy pequeña, estuvo dormida, nos pusimos a contemplar satisfechas los resultados de nuestro duro trabajo. La cocina tenía nevera... ¡En el salón había un sofá ! El suelo era de un marrón espléndido y en el cuarto de baño, un grandioso espejo de plástico relucía en la pared. No podíamos pedir más... ¡No queríamos pedir más! ¡No necesitábamos más...!

¿Pero entonces qué hacía allí esa enorme cucaracha volona, plantada en el centro de la pared de la sala? ¡Si nadie la había invitado! ¡El cupo estaba lleno! Es proverbial el terror que  tenemos todos en casa a las dulces e inofensivas cucarachas. Es algo ancestral. Traspasado de generación en generación y sin visos de cambio. Yo creo que Paola y Mavy se fueron a Irlanda porque allí no hay cucarachas sino duendes. Adriana está en Noruega porque en lugar de cucarachas tienen elfos y salmones... Y Gianni se fue a Ecuador porque como sólo es una línea, seguro que allí las cucarachas ni siquiera caben... Cada vez que miro un mapa y veo el Ecuador, me acuerdo de Gianni, y de las estrecheces que tendrá que pasar para ponerse de pie en esa raya... Pero por lo menos está a salvo del terror de las islas. Y no me refiero a mí...

Pues ésta era la situación: diez y pico de la noche, Dana durmiendo, Patricia y yo absolutamente paralizadas y la chopa volona inmóvil, ocupando un cuarto de pared de la sala... ¡Horror!

No es frecuente que me extienda tanto en la introducción, como sin embargo es habitual en mí. Así que seguiré con el grueso del relato en el próximo post. Y esta vez sin falta... Allí veremos con qué poder y maestría luchamos las dos hermanas contra el dragón. ¿Ganamos...? ¿Perdimos...?  ¿La paliza se la dimos?

(Seguirá)

domingo, 22 de mayo de 2011

La grapa

Y allí estaba yo, esperando en vano en el idem de la puerta de mi clase, la llegada del núcleo familiar de Raúl...


Raúl vino nuevo este año y es, presuntamente, ¡el niño más conflictivo de mi clase! Y para colmo, cada vez que cito a la madre, que no es poco..., ¡aparece en compañía de la abuela y de la tía del presunto!  Aquel miércoles no fue distinto. A las cinco en punto de la tarde  y cinco minutos, vi acercarse, a paso lento e indoloro, esquivando niños, balones y demás juguetes que pululan por el patio a esa hora, el núcleo familiar de Raúl al completo.

Normalmente, a pesar de mis esfuerzos por llegar a un acuerdo con el núcleo, cada vez que hablo con ellas y les cuento las presuntas andanzas del presunto, la única respuesta que recibo a cambio es un escueto e impenitente: ¡Pues antes no era así! Y por eso siempre las espero en vano. Porque sé que de pequeñas nunca vieron Barrio Sésamo. Y ahora no conocen la diferencia entre arriba y abajo, detrás y delante, antes y ahora, o blanco y azul, por ejemplo... A mí sólo me faltó el capítulo de izquierda y derecha. Pero espero recuperarlo algún día.

Total, que ese miércoles se presentaba tan sinónimo o más que cualquier otro. Lejos estaba yo de saber, a las cinco y siete en punto de la tarde, lo antónimo que iba a ser de todos los demás. Las senté, como siempre, alrededor de mi mesa. Para crear un ambiente más favorable al núcleo... Y así empezó la tutoría, cuatro imponentes mujeres, sobre todo ellas que eran mayoría..., sentadas amigablemente en corro, a punto de cantar la perpetua canción. Me dispuse a sacar la partitura, me aclaré la garganta y... comencé con el solo:

Solista:  No está trabajando nada.
Coro: ¡Pues antes no era así!
Solista: Le dio un mordisco en el brazo a Daniel y le dejó la marca de los dientes...
Coro: ¡Pues antes no era así!
Solista: Se arranca las cejas mientras explico...
Coro: ¡Pues antes no era así!
Solista: Llamó puta a la monitora de patio...
Coro: ¡Pues antes no era así!
Solista: No hace más que escupir en el suelo...
Coro: ¡Pues antes no era así!

Total, que ya íbamos por la quinta estrofa y el octavo estribillo, cuando, de repente, la madre de Raúl, sin ton ni son, se puso a llorar... Era un llanto desconsolado, afligido, amargado, optimista. De esos llantos que te hacen sentir cruel, despiadada, mala persona. Y mientras me sentía el ser más vil y más proyecto de este mundo, quise darle un abrazo estremecedor para hacerle olvidar el mal trago. Hay que ver lo que hace la bebida... Pero el destino quiso que mi ojo avizor, que es el que me aviza de los cambios en mi entorno, se posara en un objeto que hasta ese mismo instante no había visto. ¡Una grapa! ¡Mi juguete favorito! ¿Cómo no me había dado cuenta de esa maravillosa grapa que fulguraba solitaria en el borde de mi mesa? ¿En qué estaría yo pensando para no verla antes? ¿Qué hacía una grapa entera tan cerca de mí?

Sin tiempo para contestar a tantas y tan repentinas inquietudes de mi alma, y antes de poderle decir a la madre de Raúl que yo antes tampoco era así, alargué la mano y atenacé la grapa entre mis dedos. Feliz . Agradecida con el miércoles. Absolutamente absorta con mi nuevo juguete y a punto de destrozarlo. Naturalmente quise recrearme con mi grapa. Así que primero rayé un rato la mesa. Después la hice danzar entre mis dedos demostrando mi pericia. A continuación me la clavé en el índice, anular y meñique. Pero flojito... Y, cuando ya estaba a punto de abrirla y dejarla completamente estirada como a mí me gusta, me pareció oír lo siguiente:

- Ten cuidado que puede tener un moco...

¿Un moco, oco, oco, oco...? Resonó en mis oídos. ¿Moco que como...? ¿Que como moco...? ¿¡Cómo que moco!? ¡Pero si yo no tenía gripe...! ¡De qué estaba hablando esta mujer! ¡¿Me estaba volviendo loca moco a moco? ¿O solo de mente? Se hizo el silencio entre el núcleo y yo. Y seis ojos burlones se clavaron en los míos mientras alguien decía...

- ¡Estás jugando con mi piercing!

Mi mano se retorció en una mueca impronunciable. Mis dedos se trenzaron entre sí. Y yo empecé a sacudirme esa cosa que se había quedado pegada, no quiero saber por qué, en mi pobre pulgar. El piercing salió volando y se adhirió de nuevo a la mesa. Mientras, el núcleo se reía a carcajadas. Presuntamente de mí... ¿Pero a quién se le ocurre quitarse el piercing para sonarse? ¡Pues si tienes un piercing no llores! ¡Y si lloras, te lo guardas en el bolsillo! ¡Y si no tienes bolsillo no vengas a tutoría! ¡Hay que ver los núcleos de hoy en día!

El miércoles que viene, a las cinco y cinco en punto, tengo tutoría con el núcleo familiar de Raúl. He decidido ir con guantes. Por si no traen bolsillos...