Tengo un dolor de muela intransitable. No tengo ganas de nada, sólo de comer. ¡Pero no puedo...!
No es una muela del juicio, no, es una de las mías. Pero me duele como si no le importara.
¡No es justo...! ¿Por qué todo me pasa los fines de semana?
Hace unos días fui al dentista porque ya empezaba a dolerme, y esta vez estaba casi segura de que no me lo estaba imaginando. Me encanta ir al dentista, te tratan muy bien.
En la sala de espera de un dentista siempre hay música relajante y todos los pacientes están serios y callados, para oír mejor. Cuando te toca el turno y pasas a la consulta no te hacen sentar, como otros, ¡te puedes tender! y el sillón es muy cómodo. Además te enfocan con un montón de luces, y eso, quieras o no, te hace sentir muy importante, como una estrella.
Como iba diciendo, aquel día fui al dentista, y tras una larga espera por fin logré tenderme en el sillón. Se me agarrotaron todos los músculos de tan relajada que estaba y, mientras mis uñas se clavaban en el asiento, el dentista y su enfermera empezaron a hablarme dulcemente, intentando convencerme para que abriera la boca.
Mis dientes estaban sellados y yo permanecía allí tendida, agarrándome con todas mis fuerzas al sillón, con una inamovible sonrisa de agradecimiento. Los focos me cegaban y, como si de una pesadilla se tratara, sólo veía dos siluetas verdes gesticulando y moviendo ante mí unos temibles instrumentos afilados.
Después de un largo pero intenso forcejeo lograron abrirme la boca. Cerré los ojos violentamente, escondí la lengua para que no me la pellizcaran, pegué la campanilla al paladar y los dejé hacer... me había rendido.
Todo está en perfecto orden, le dijo el dentista a la enfermera, y cuando ya estaba a punto de saltar del sillón, dar las gracias y salir corriendo, decidieron hacerme una radiografía.
La radiografía descubrió algo insólito. A mi muela se le está desapareciendo la raíz. El dentista se quedó desconcertado y sin saber qué decir. Por lo visto los casos de desaparición de raíz son muy raros y todavía están en estudio. En resumen, que no tienen ni idea.
Pero a mí no me engañan. Yo sé perfectamente lo que me está pasando: ¡estoy desapareciendo por dentro! Qué alivio. Sólo es eso. Estoy empezando a desaparecer...
Supongo que cuando desaparezca por dentro me sentiré más ligera y me costará mucho menos levantarme por la mañana. Además, va a ser muy divertido cuando alguien me toque y me traspase. Lo único que me preocupa es cómo decírselo a mi hija.
Qué suerte tengo, voy a ser invisible. Cuando desaparezca por completo voy a dedicarme a asustar a todo el mundo, sobre todo a mi jefe. Me lo voy a pasar genial. La vida me ha concedido muchos poderes, mi sexto sentido, mis descargas eléctricas y ahora, cuando menos lo esperaba, el don de la invisibilidad. No tengo palabras, así que no diré nada.
Sin embargo nunca pensé que desaparecer fuera tan doloroso. Será cuestión de tiempo... El martes vuelvo al dentista. Mientras, me voy a tomar un calmante, a ver si me alivia el dolor.
PS.- Si alguien conoce algún caso similar, o por lo menos parecido, se agradece información.
No es una muela del juicio, no, es una de las mías. Pero me duele como si no le importara.
¡No es justo...! ¿Por qué todo me pasa los fines de semana?
Hace unos días fui al dentista porque ya empezaba a dolerme, y esta vez estaba casi segura de que no me lo estaba imaginando. Me encanta ir al dentista, te tratan muy bien.
En la sala de espera de un dentista siempre hay música relajante y todos los pacientes están serios y callados, para oír mejor. Cuando te toca el turno y pasas a la consulta no te hacen sentar, como otros, ¡te puedes tender! y el sillón es muy cómodo. Además te enfocan con un montón de luces, y eso, quieras o no, te hace sentir muy importante, como una estrella.
Como iba diciendo, aquel día fui al dentista, y tras una larga espera por fin logré tenderme en el sillón. Se me agarrotaron todos los músculos de tan relajada que estaba y, mientras mis uñas se clavaban en el asiento, el dentista y su enfermera empezaron a hablarme dulcemente, intentando convencerme para que abriera la boca.
Mis dientes estaban sellados y yo permanecía allí tendida, agarrándome con todas mis fuerzas al sillón, con una inamovible sonrisa de agradecimiento. Los focos me cegaban y, como si de una pesadilla se tratara, sólo veía dos siluetas verdes gesticulando y moviendo ante mí unos temibles instrumentos afilados.
Después de un largo pero intenso forcejeo lograron abrirme la boca. Cerré los ojos violentamente, escondí la lengua para que no me la pellizcaran, pegué la campanilla al paladar y los dejé hacer... me había rendido.
Todo está en perfecto orden, le dijo el dentista a la enfermera, y cuando ya estaba a punto de saltar del sillón, dar las gracias y salir corriendo, decidieron hacerme una radiografía.
La radiografía descubrió algo insólito. A mi muela se le está desapareciendo la raíz. El dentista se quedó desconcertado y sin saber qué decir. Por lo visto los casos de desaparición de raíz son muy raros y todavía están en estudio. En resumen, que no tienen ni idea.
Pero a mí no me engañan. Yo sé perfectamente lo que me está pasando: ¡estoy desapareciendo por dentro! Qué alivio. Sólo es eso. Estoy empezando a desaparecer...
Supongo que cuando desaparezca por dentro me sentiré más ligera y me costará mucho menos levantarme por la mañana. Además, va a ser muy divertido cuando alguien me toque y me traspase. Lo único que me preocupa es cómo decírselo a mi hija.
Qué suerte tengo, voy a ser invisible. Cuando desaparezca por completo voy a dedicarme a asustar a todo el mundo, sobre todo a mi jefe. Me lo voy a pasar genial. La vida me ha concedido muchos poderes, mi sexto sentido, mis descargas eléctricas y ahora, cuando menos lo esperaba, el don de la invisibilidad. No tengo palabras, así que no diré nada.
Sin embargo nunca pensé que desaparecer fuera tan doloroso. Será cuestión de tiempo... El martes vuelvo al dentista. Mientras, me voy a tomar un calmante, a ver si me alivia el dolor.
PS.- Si alguien conoce algún caso similar, o por lo menos parecido, se agradece información.