martes, 30 de diciembre de 2008

Las mujeres de mis vidas

Hay que ver lo que cuesta hacerse con una nueva vida. ¡Y cada año lo mismo...! Con lo bien que me fue siendo niña repelente, niña prodigio, incluso cuando fui niñata. Lo bien que lo pasé siendo jovenzuela y mujerzuela. Lo mucho que disfruté cuando fui mujer de su casa, mujer trabajadora, florero, independiente, mujer fatal, mujer de vida alegre... Y un largo etcétera que ya conté en su día. Pero faltaron unos años de mi vida que ahora mismo me dispongo a relatar.


Recuerdo el año que elegí ser señorita. Señorita de buen ver. ¡Fantástico! Lo primero que hice fue ir a una óptica. Compré gafas de todos los colores. Y así me pasé el año. Cambiándome de gafas y viendo como nadie. Estaba encantada con mi buen ver, hasta que me aburrí de tanta lente. Y al año siguiente me convertí en señorita de compañía. Ese año me lo pasé en grande. La de relaciones que tuve... ¡No paraba en casa de tanto acompañar! Que si cruzaba la calle a una ancianita, que si le daba la mano a un niño... Y así todo el tiempo.

Pero el año se acabó. Y me tocó ser señorita de alto standing. Lo primero que hice fue comprarme unos tacones. Y después aprendí inglés. Me pasé el año standing tan alto que a veces me daba vértigo. Hasta que mis pies se resistieron y decidí convertirme en señorita de buena presencia. Y allí estaba yo. Presentándome a todo el mundo con la mejor de mis sonrisas. No había acto benéfico o celebración altruista en los que faltara mi buena presencia. Fue agotador. Ese año adelgacé tanto que cuando me di cuenta me había convertido en señoritinga. ¡Qué debilidad! ¡Necesité un año para reponerme!

Hasta que se me metió en la cabeza ser dama... Ser dama es una experiencia alucinante. Empecé siendo damisela, para no llamar la atención. Pero pronto me convertí en dama de honor. Me pasaba el día dedicada a las más honorables causas. Yo qué sé, comía, dormía, paseaba, aba... Fue una experiencia tan relajante... Sintiendo estaba que se me terminara el año. Pero como nada es eterno, se me acabó la buena vida y de la noche a la mañana me convertí en dama de Shanghai. Ese año fue tremendo. ¡No me enteraba de nada! Cada vez que alguien me hablaba ¡me sonaba a chino! Menos mal que después me tocó ser damajuana. Fue tanto lo que bebí que terminé hecha un botijo. ¡Hay que ver lo que hace el agua y demás elementos nobles...!

El año siguiente me dejé de tonterías y me convertí en dama de las camelias. ¡Y de los camelios...! Y así me pasaba las horas. Montada en camelio de acá para allá. Hasta que un día una camelia se dio la vuelta, me enseñó los dientes y metió tal rugido ¡que me caí de las jorobas! Fue tan grande el susto que ipso facto me transformé en dama de hierro. Estuve todo el año tan rígida y estirada ¡que no me salió ni una arruga! Hasta que elegí ser dama de Elche. Me puse los cascos, unos cuantos collares y me pasé el año escuchando música. Hay que ver qué bien se pasa siendo dama de Elche. Nunca tuve frío en las orejas. ¡Pero el resto del cuerpo se me quedó petrificado...!


No quiero ni acordarme de cuando me tocó ser primera dama. Organicé todas las carreras que pude. De fondo, cien metros lisos, mariposa, obstáculos, empresariales, a caballo... En fin, todas las que ustedes puedan imaginar. Terminé agotada. Ese año fui siempre la primera. En acostarme. Porque del resto, nunca conseguí mis objetivos. Pero bueno, la vida es larga, así que algún día lo volveré a intentar. Y todavía me queda ser dama de noche, dama de negro, dama de Troya y unas cuantas damas más que no recuerdo. Este año, debido a mi múltiple y complicada personalidad, he decidido convertirme en damero. Qué bien. Me voy a pasar el año jugando. ¡A ver si conozco a un ajedrez! Mi media naranja. O mi medio tablero... Vaya usted a saber.

Mientras tanto ¡BUENOS DÍAS! ¡Que amanece un nuevo enero...!

lunes, 15 de diciembre de 2008

Mi afasia es mía (III)

Cuando se acerca el nifal de un mitrestre, piedro el troncol del lenguaje. Y en ésas ando...


Así que el viernes fui a ver a María, mi doctora. Y allí estuve, dos horas y media en un pasillo, pensando en la mejor frase para desearle felices fiestas. Y de paso contarle mis progresos... Fue tanto lo que pensé, que cuando me tocó entrar ¡ya no sabía a qué había ido! Pero en un arranque de soltura le dije con mi mejor sonrisa:

-¡Lefiz Vanidad, Ramía!

Le debió gustar. Porque en cinco minutos estaba fuera con un pase urgente para el neurólogo. ¿Pero qué tendrá que ver un neurólogo con la Navidad? No sé... ¡Haberme mandado a felicitar a un obstetra! ¡Con la de nacimientos que tendrá que atender en estas fechas...! En fin, los misterios de la mecidina. Pero como si dos no quieren, uno no se pelea, cogí el pase al neurólogo y me fui cantando glorias.

Esta mañana, a las ocho en punto, estaba otra vez sentada en un pasillo. Esta vez no quise pensar en nada. Si por una frase tan sencilla como "¡Lefiz Vanidad!" me mandaban a felicitar al neurólogo, no sé qué habría pasado de haber añadido "¡Y próntero año pruebo!". Y no tengo ganas de felicitar a un neurocirujano... Que ya me los conozco...

Total, que esta vez sólo tuve que esperar cuatro horas. Menos mal. No me dio tiempo de nada. Ni de dormirme. Y cuando entré a la consulta, un magnífico ejemplar me estrechó la mano y me dijo: "Hola, me llamo Ignacio". Me había hecho el propósito de mantener mis labios sellados a cal y arena. Pero como lo vi tan educado y con los ojos tan verdes, no pude más que decir: "¡Nuevos días!¡Soy Fazzerano! ¡Y vengo a sedearle las remojes tiesfas!"

También debió de gustarle. Así que me enseñó unos cuantos juegos. ¡Hay que ver cómo son los hombres! Por menos de nada se vuelven niños... Me sentó en una camilla y me obligó a que le sacara la lengua. Al principio me dio cosa. ¡Pero al cabo de un rato le saqué la lengua en todas las direcciones! Para arriba, para abajo, a la derecha, a la izquierda... ¡Casi me atraganto de risa! Después empezamos a tocarnos la nariz. ¡Con dos dedos! Primero él y después yo. ¡Insuperable!

Pero seguro que yo lo hice mejor. Porque en un arranque de celos me dio dos martillazos en la rodilla. ¡Lo que es no saber perder...! Para no ser menos, yo le pellizqué el brazo. Él me dio un martillazo en el codo. Yo le clavé una uña. Él me estiró los ojos. Y así seguimos un buen rato. Jugando a ver quién era el más ocurrente. Hasta que nos cansamos. Creo que gané yo...

Al final, cuando se dio cuenta de que no soy moco de pavo, decidió que lo mío no era gripe. Así que me mandó un par de resonancias. No entiendo por qué... Si para resonancias ya tenemos villancicos... A lo mejor ha salido un tema nuevo... Sólo espero que en las resonancias no usen zambomba. Porque soy muy sensible a la contaminación acústica y a los instrumentos bélicos. Como mucho, un clarinete...

No sé todavía cuándo me harán las resonancias, pero la próxima consulta me la dieron para el 2010. ¡Dos mil diez...! ¡Vaya nota saqué! ¡Dos mil sobresalientes! Cuando se entere mi hija le va a encantar. Es más. El año que viene, con estas notas ¡voy a pedir beca! Menos mal que existe la Seguridad Social. Ya lo he dicho alguna vez. Gracias a la SS y su rápido servicio al cliente, todos tenemos las mismas oportunidades: ser o no ser. De lo demás, se encargan los Reyes Magos...

Con mucho raquiño y de todo rocazón: ¡LEFIZ VANIDAD A DOTOS!

martes, 9 de diciembre de 2008

El cuento de la lucera...

Algo extraño está pasando en mi barrio desde hace unos días. Antes era un barrio tranquilo y apacible. Pero últimamente, cuando cae la tarde... ¡se encienden los árboles!



Llevo todo el fin de semana estudiando este fenómeno. ¿Cómo es posible que los árboles se enciendan si no tienen enchufe? Aquí hay pavo encerrado. Pero a mí no me engañan... Es una confabulación cósmica de la naturaleza para ayudarnos con la crisis mundial. Siempre he sabido que los árboles son inteligentes. ¡Pero de ahí a que tengan tantas ideas! ¡Y todas juntas! Porque si cada una de sus bombillas representa una idea ¡son casi más listos que yo...!

¡Y lo más alucinante es que la gente pasa a su lado y no se inmuta! ¡Como si fuera algo normal! ¿Se habrán vuelto todos ciegos? Después de meditarlo largamente, he llegado a la conclusión de que no. La gente ve bien. Lo sé porque se me quedan mirando cuando hablo con los árboles. Aunque por mucho que lo intente, los árboles no me contestan. ¿Se habrán vuelto todos sordos? No... Lo sé porque mueven las hojas cuando les pregunto. Lo único que me falta para comunicarme con ellos es la contraseña. Voy a probar con "Ábrete Sésamo" a ver si funciona...

Total que estoy contenta. He descubierto un nuevo don. Soy capaz de ver las ideas de los árboles de mi barrio. A diferencia de los demás, que no se enteran. Lástima que todavía no sepa traducirlas. Pero todo se andará. De aquí al tiempo que haga falta, descubriré lo que quieren comunicarle a la humanidad. Será un acontecimiento glorioso. "Los árboles regalan luz en tiempos de crisis", "Unelco se arruina por culpa de los árboles", "Se venden bonsáis inteligentes para mesillas de noche".

¡Qué gran descubrimiento! Y todo gracias a mí. Ya no hará falta farolas. Con un par de arbolitos inteligentes en cada calle tenemos. Y además, es más ecológico. Porque las luces de los árboles se alimentan de savia elaborada. Con un poco de agua y abono ¡ya tendremos energía hidroeléctrica! ¡Y gratis! ¡Cuánto nos vamos a ahorrar en la factura de la luz gracias a los árboles de mi barrio...! Y por si fuera poco, son árboles polivalentes. ¡Dan luces y sombras! Qué maravilla.

En fin, que me voy a forrar. Cuando logre comunicarme con ellos montaré una empresa. "Árboles inteligentes para el bolsillo de la gente". Y todo el mundo vendrá a comprarme. Con el dinero que saque construiré invernaderos para cultivar árboles inteligentes. Total, la luz me sale gratis... Y cuando los invernaderos estén a tope, exportaré mis árboles a todo el país. Así los demás podrán disfrutar de este fantástico capricho de la naturaleza. Me los quitarán de las manos. Ya lo estoy viendo. Y yo me iré a vivir a una casa con jardín. Para hacer injertos de árboles inteligentes. Tendré muchos empleados y fundaré una multinacional. Seré la jefa y no tendré que trabajar nunca más (...)

(...) mientras, seguiré intentando averiguar por qué los árboles de mi barrio, cuando cae la tarde, se encienden.


Post Secret.- No se preocupen. Cuando todo esté listo les haré llegar un plantón inteligente. Obsequio de la casa.