domingo, 30 de noviembre de 2008

Correspondencia (II)

Y allí estaba yo, de pie, con mi papelito doblado en las manos, mirando al frente y soñando sueños de gloria y solidaridad.


Ya veía los titulares: "Zafferano, la seño de las plantas, hace leña de un árbol caído", "Padres agradecidos enarbolan un monumento a la seño de sus hijos", "Zafferano declara: Quien a buen árbol se arrima, pierde el dinero y pierde el amigo...", "La educación empieza en casa, Zafferano hace el resto" y así... Hasta que me acordé de la carta. Con una sonrisa de mil demonios abrí la buena nueva y leí el siguiente mensaje:

"Nos parece muy bien que se le llame la atención si hace algo mal, pero Leo nos dice que él solamente estaba quitándose una planta de la camiseta que había tirado otro niño y le cayó a él, sabemos cuándo nos dice una mentira y por lo tanto le creemos, nuestra pregunta es: ¿le vio usted arrancar esas hojas de la planta? Un saludo: sus padres"

Y sólo me mandaban un saludo... Me quedé horrorizada. ¡A Leo le había caído una planta encima y yo sin enterarme! Con razón ni siquiera me daban los buenos días... ¡Pues una Campánula no sería, que la habría oído! ¡Un Farolillo lo habría visto! ¡Y un Dondiego de noche imposible, que a las tres de la tarde todavía hace sol...! Qué misterio. ¡Y qué pregunta tan fácil de contestar! Como un examen tipo test. Sí, o no. Y ya está. ¿Pero serían jueces estos padres, o del CSI...? La verdad es que firmaban como "sus padres", no como "sus señorías"... ¡pero querían pruebas! Así que, miré a Leo con sorna, me senté y me dispuse a contestar:

"Hola I. y D., sinceramente, no conservo en mi retina la imagen de Leo arrancando una hoja de la planta, pero les aseguro que, como todos los días, estaba en la refriega. De haber estado en su sitio, esta nota ni siquiera existiría. Saludos y hasta pronto. Zafferano"

Cogí un sobre, metí la nota, lo cerré y se lo di al niño. A las tres de la tarde había una señora en mi fila y en ese mismo instante supe, sin ton ni son, que era la madre de Leo. No es que estuviera arrancando hojas... Sino por el tamaño. Y además, no llevaba uniforme. Me acerqué graciosamente con paso firme y cadencioso y al cabo de un rato estuve a su lado. Empezamos a hablar y de repente, cuando menos lo esperaba, la señora se puso a llorar. ¡Y empezó a pedirme perdón por haberme llamado mentirosa...! ¿Mentirosa? ¿A mí...? ¿Cuándo? ¿En qué mensaje subliminal del texto se me llamaba mentirosa a mí? No salía de mi asombro. Entre sollozos me explicó que Leo, al ver el sobre cerrado y mi sonrisa sardónica, se había asustado y le había contado toda la verdad. Aproveché para decirle que "a bicho que no conozcas, no le pises la cola", la consolé como pude y nos despedimos como buenas.

Total que aprendí mucho de esta experiencia. Aprendí que no se debe escupir hacia arriba, que a su tiempo maduran las brevas y que sorna con gusto... ¡no pica!

domingo, 23 de noviembre de 2008

Correspondencia (I)

Para Amigoplantas.

En la araucaria no. Justo debajo del arbolito de al lado. Allí es donde hago mi fila todos los días.



El arbolito de mi fila tiene colgado un cartel en el tronco. Y el cartelito dice: "Jamás hay que maltratar a un árbol". Precioso... Pero al que lo puso se le olvidó escribir: "¡Ni colgarle carteles!" Pobre... Seguro que no le cabía en el papel... ¡Pues haber puesto otro! Total... El tronco es grande...

Cuando llegué a la fila el otro día, encontré a un grupo de mis niños en plena batalla campal. Unos arrancaban hojas del árbol. Otros lo hacían directamente de las plantas del suelo. Y todo por culpa del que colgó el cartel... Si no hay un aviso especificando que no se pueden arrancar las hojas de las plantas ¿cómo pretendemos que los niños lo sepan? ¡Absurdo...! Estoy pensando escribir un cartel que diga: "Cuelguen en este tronco todas las sugerencias que tengan para cuidar a un árbol". ¡A ver si así se implican! Seguro que les va a encantar. Y al jefe también...

Lo cierto es que, cuando vi semejante espectáculo, hojas volando, saltos, gritos, empujones y demás algarabías, mi cuerpo empezó a digerir el almuerzo. Sentí cómo mis ojos se inyectaban en sangre, mis uñas se volvían retráctiles, dos cuernos afilados despuntaban en mi frente y mi cabeza empezaba a girar sin rumbo fijo. Con un potente rugido di por terminada la fiesta, cogí el tridente y me dirigí a la clase, seguida por una fila de treinta pasotas.

Ya en clase, aproveché para dar una de mis lecciones magistrales. Objetivo: plantas. Así que, después de hablar un rato sobre las plantas hidroeléctricas, les mandé a escribir cinco oraciones con "planta del pie". En matemáticas les puse un problema. ¿Cuántas habitaciones hay en un hotel de cinco plantas si en cada planta hay diez habitaciones? Y por fin, en conocimiento del medio, les hablé de los plantígrados.

Terminé agotada, pero feliz. Mis niños ya conocían la importancia de las plantas. Sin embargo me quedaba una cosa por hacer. Llamé a los implicados, les dije que abrieran sus agendas y les dicté lo siguiente: "Hoy, en vez de estar en la fila, me puse a arrancar hojas de las plantas y se las tiré a mis compañeros. Tengo que ser más responsable."


-¡¡¡Y mañana lo quiero firmado por sus padres!!!- les dije afablemente.


A las nueve de la mañana del día siguiente las agendas estaban en mi mesa. Todas firmadas. Menos una... En lugar de la firma, Leo me trajo un papelito doblado en cuatro. Era una nota de sus padres...

Como me he alargado mucho con la presentación y lo que sigue no tiene desperdicio, voy a dejar el contenido de la carta para el próximo post. Hoy termino con unas fotos. Son rincones de mi colegio. ¡Para que vean cuántos carteles me quedan por colgar!






































domingo, 16 de noviembre de 2008

Cosas de la vida...

Qué cosas tiene Nani. Mandarme a enumerar seis cosas. Y que me haga feliz...



Te digo una cosa... ¡esto es cosa hecha! Enumerar seis cosas es la cosa más sencilla del mundo. Aunque también es cosa seria... Pero seis es poca cosa, tardaré cosa de un minuto. Son cosas que pasan. ¡Así funcionan las cosas...! Lo malo es que tengo muchas cosas en que pensar y no pienso en otra cosa. Que si no es una cosa, es otra... ¡Cosas veredes!

Y es que las cosas no son lo que parecen. Así que igual que te digo una cosa, ¡te digo la otra...! O te digo ambas cosas... Daría cualquier cosa por que las cosas fueran bien, pero, como cada cosa es a su tiempo, ¡qué cosa! ¡cualquier cosa es posible! Si no se me tuercen las cosas...

Por tanto pondré cada cosa en su sitio. Otra cosa es que tenga que contarlas... Las cosas de palacio van despacio. Pero lo haré como si tal cosa. Esto no es cosa de dos. Ni son cosas de niños. Es otra forma de ver las cosas. Y sólo es cosa mía. Así que, como quien no quiere la cosa, ahora mismo las voy a enumerar: una, dos, tres, cuatro, cinco y seis.

Ya está. ¡Qué cosa tan fácil! Y me ha hecho muy feliz. ¡Gracias Nani por tantas cosas! Y como así son las cosas y así se las he contado, ¡a otra cosa mariposa!

domingo, 9 de noviembre de 2008

Mi objeto de deseo

Descubrí mi objeto de deseo estando en cama. Presa de un insólito delirio febril.

¡Y todo por culpa de una piedra! ¡Pero si yo no soy geóloga...! ¿Qué hacía entonces una piedra en mi riñón? Cualquiera que haya pasado por el trance de albergar una piedra en su riñón sabrá de lo que estoy hablando. Repasé en voz alta todo lo que había comido el día anterior. En mi dieta no había piedras, estaba casi segura. Todo lo más, almendras garrapiñadas... ¿Me estaría convirtiendo en estatua? ¿O simplemente era la vida que me estaba endureciendo?

Lo cierto es que el alumbramiento no se hizo esperar. Al par de días di a luz una preciosa piedra. ¿Pero quién sería el padre? ¿El Roque Nublo acaso? O a lo mejor es que el padre Teide me había elegido como madre... ¡Pero si yo soy híbrida...! Qué misterio. Rápidamente decidí cuidar de la piedra y cuando estuviera crecidita la devolvería a su sitio. Que es la calle. Pero el destino no quiso que cumpliera con mi deber porque, de repente, me invadió un tremendo escalofrío. ¡Tenía unos cuarenta grados de fiebre Fahrenheit! ¡Qué barbaridad! Maldije al Teide, al Roque Nublo, a todos los roques y rocallas del mundo. Y me acosté.

Caí en la cama de lado. Y así me quedé durante horas. La fiebre me devoraba ¡y yo no podía hacer nada para evitarlo! ¿Por dónde empezaría? ¿Por las manos o por los pies? Pensé que todavía no era la hora de comer. A lo mejor tenía suerte... Y si estaba muy apurada que esperara un poco para devorarme. ¡Que comer fuera de hora no es saludable! Además, engorda... Y con estos alegres pensamientos decidí que ya era hora de empezar a delirar. ¡Qué menos!

Para delirar mejor, hay que abrir los ojos. Lo he visto en las películas. Así que, como pude, levanté despacito un párpado tras otro. Me costó lo mío, pero al cabo de un rato lo logré. El resto de mi cuerpo no respondía. ¿Se habría quedado sordo? No sé. Lo cierto es que allí estaba yo, tendida de lado, con la fiebre esperando, los ojos abiertos y empezando a delirar. Mis ojos se fijaron en lo único que tenían delante. Mi armario. Y, de repente, vi cómo las vetas de la madera empezaban a moverse formando extrañas formas. Era como si fueran las caras de Bélmez, pero en pene. ¿En pene? ¿Pero qué hacía un pene en la puerta de mi armario...?

Ya no me cupo ninguna duda. ¡Estaba delirando! ¡Por fin! ¡Y con los ojos abiertos...! Qué delirio tan sutil el mío... Mira que imaginarme un pene en la puerta de mi armario... ¿Pero qué me creía? ¿Que tenía un trozo de Pinocho en la habitación? Vaya tontería... Como si Geppetto lo fuera a permitir... En fin, lo que es la fiebre. Primero te engatusa y después te devora. No se puede fiar uno ni de su propia temperatura... Menos mal que después de una metralla de antibióticos fue cediendo. Nunca me devoró, pero...


Desde entonces la puerta de mi armario se ha convertido en mi objeto de deseo. Y es que después de haber parido una piedra, mi mayor deseo es no tener que dar a luz un tronco...

Actualización: Dada la cantidad de deseos de recuperación que he recibido, tengo que aclarar que todo lo que cuento en esta historia ocurrió hace unos años. Pero la foto la saqué el otro día...

domingo, 2 de noviembre de 2008

Rememe: Los cinco objetos de mi vida

Estaba deseando hacer el 69. Me han dicho que es un hábito saludable. ¡Y ya me tocaba probar! Parece mentira, cómo pasa el tiempo... Hace poco, apenas tenía experiencia y mírame ahora, ¡haciendo ya el 69! Y es que la práctica hace mucho, lástima que sólo dure una sesión...



En mi post número 69, y a pesar de la evidencia, no voy a hablar de números. Mi amiga Kotinussa me ha encargado un meme y como sé que a ella le encanta la puntualidad no voy a dejar pasar ni un año más antes de hacerlo. Tengo que elegir cinco objetos sin valor alguno que, por el enorme cariño que les tengo, he guardado durante años y no voy a tirar por muy viejos que estén. Realmente para mí un objeto no lo es todo. También están las cosas... Pero como Kotinussa me ha dicho que tengo que hablar de objetos, ahí van los míos.

Un objeto del que nunca podré prescindir es mi objeto de burla. Y para eso tengo una hija. ¡Qué alegría darle sustos siempre que puedo! Reconozco que mi objeto de burla tiene el corazón a prueba de bomba. Sobre todo cuando me escondo detrás de una puerta y le salto encima. ¡Termina siempre maldiciéndome! ¡Qué poca paciencia tienen estos adolescentes! Pero no voy a tirarla a la basura sólo por eso... Es que mi hija tiene un gran valor sentimental para mí y es el mejor objeto de burla que nunca he tenido. Por eso la conservo a mi lado desde hace ya 19 años, porque la quiero mucho y me río con ella y de ella todo el día. Y parte de la noche. No, no se deshará de mí tan fácilmente...

Otro objeto muy importante en mi vida es mi objeto perdido. Sé que está ahí, pero no sé dónde. Sé que no vale mucho porque si no ya lo hubiera encontrado. Y hace tanto tiempo que no está que ni siquiera me acuerdo de lo que es, pero le tengo un gran afecto. No lo voy a tirar a la basura porque no aparece. Y el día que lo haga me llevaré tal alegría que seguro que lo pierdo otra vez. Mi objeto perdido le da sentido a mi vida. Todos los días activo mi memoria pensando en él. Y aunque todavía no me acuerde exactamente en qué sitio lo puse, no lo cambiaría por ningún otro. Ni siquiera por un objeto perdido más grande.

Como todo el mundo, yo también tengo un objeto volador no identificado al que le tengo mucho cariño. Creo que mi ovni es una mosca. Aunque también pudiera ser un mosquito. ¡Vete tú a saber...! Con lo que crece hoy en día la juventud... Total que esté donde esté, en la tele, en la cocina o en mi habitación... ¡siempre está la mosca! Y para mí que siempre es la misma. Porque las moscas se parecen todas. Pero ésta es especial. Hace ruido. Se comunica. Y tiene un acento tan dulce ¡que me da pena tirarla a la basura! Tantos años de fidelidad no se pueden pagar así. ¡Un poco de caridad con las moscas del mundo! Así que mi objeto volador forma parte de la dinámica de esta casa y no lo cambiaría por un moscón cualquiera. ¡Que en casa todas somos chicas! Menos yo. Que soy una joven...

Mi cuarto objeto más preciado es mi objeto personal. Tan personal es ¡que soy yo misma! Qué voy a decir yo de mi objeto personal que no me perjudique. Pues nada, por si acaso. Estoy muy encariñada conmigo misma y no me cambiaría por otra aunque valiera más. No me parece bien tirarme a la basura porque si lo hago ¡a ver quién la baja! ¡Si siempre lo hago yo! Además, no me apetece. Porque para algo he aguantado tantos años conmigo para ahora deshacerme de mí sin más ni más. Total, que más vale que me siga conservando, porque otro objeto personal como yo, no lo voy a conseguir tan fácilmente.

Y por último está mi objeto de deseo. Pero sólo lo voy a citar, porque tengo tanto que hablar de él que prefiero hacerlo en el siguiente post. ¡Es que mi objeto de deseo es único! ¡E intransferible...!

En fin, que ya he terminado. Era cierto lo del 69, ha sido todo un placer. He disfrutado muchísimo. Si lo llego a saber lo hago antes. Ya saben ¡procuren hacerlo siempre que puedan! ¡No se van a arrepentir!