martes, 22 de junio de 2010

Crónicas canarias I

Para contribuir al bienestar de mi salud mental, el jueves pasado vino a visitarme mi hermana Paola.


Mi hermana es Yogui. Y vive en una parte de Jellystone que se llama Dublín. Que como parque está muy bien... Lo cierto es que Paola es tan mística tan mística ¡que hasta su anterior pareja se llamaba Sangha Pala! Aunque yo a veces lo llamaba Bubú. Porque no me acordaba del nombre entero. Y siempre me salía Pata Palo... Total que cuando por fin aprendí a llamarlo Sangha, mi hermana va ¡y se cambia de pareja! Nos quedamos todos de piedra. ¡A ver qué nuevo nombre nos tendría reservado...! Yo qué sé... Kala Trava, Pande Monio, Mando Lina, Granca Naria. O Peri Follo..., que también podría haber sido...

Y es que los nombres extranjeros se las traen. ¡Nada de Pepe Paco o Paco Pepe! Que al fin y al cabo no tienen H y se pronuncian con las mismas letras... Los nombres extranjeros siempre tienen que tener alguna complicación. Como el quiosquero Philip Morris, que se pronuncia con la FI. O el cosmonauta Stephen Hawking, que se pronuncia con la FE. La misma que hay que tener para pronunciar su apellido... O el phamoso Phantomas Alva Edison, que se pronuncia con la Fa. En este momento no me acuerdo de ninguno con la FO o con la FU... En fin, que esto de la H no es lo mío.

Menos mal que tengo otra hemana, la más pequeña, que también vive en el parque de Dublín. Ella sí  que no se ha complicado demasiado la vida. Al marido le puso Jerry y al hijo, Thomas. Así que cada vez que la llamo ¡sólo tengo que preguntar por Tom y Jerry! Y ya está. ¡Sin tanta parafarmacia...! Así de sencillo y rápido para la memoria a corto plazo.

Aquí en Canarias no tenemos ese problema, los nombres son fáciles de recordar. Como un niño del colegio que se llamaba Armiche. Armiche estaba saliendo con Guayarmina. Y Guayarmina tenía un padre que se llamaba Bentagay. Bentagay estaba enrollado con Chaxiraxi, que tenía un hijo llamado Tanausú. Tanausú era amigo de Tenesoya que tenía un hermano llamado Bentejuí. Bentejuí era vecino de Tinguaro, Nauzet y Yeray, que eran compañeros de Akaymo y de Aythami... ¡Así da gusto! ¡Nombres normales! Con estos nombres sencillos, aunque uno quiera ¡no se te traba la lista al pasar lengua! Como tiene que ser. No como otros... Lástima que los nombres canarios estén en desuso. ¡Y ahora todos se llamen Ronaldinho! Con la ÑO...

Volviendo a mi historia... Menos mal que Paola dejó a Sangha Pala. Esa pareja daba lugar a muchas confusiones. Y hasta el más experto en pronunciar su nombre, cuando lo unía al de mi hermana, solía terminar diciendo: "¿Qué sabes de Pala y Sangha Paola...? ¿De Panga y Shala Pala...? ¿De Shaola y Paga Nala? ¿De Ponga y Sanga Lala...? ¿De Sola y Pinga Longa...? O sea... ¿Qué sabes de ellos...?"

Y ahora está con Nigel. ¡Nigel el Avatar! Pero ésa es otra historia...



PD: No te preocupes hermanita, Sangha Pala ya no va a salir más...

miércoles, 9 de junio de 2010

Fin de curso

Todos los años, cuando llega fin de curso, me come la ansiedad. Incluso los viernes...




Y por mucho que le diga que los viernes son famosos por su pescado, a la ansiedad le da lo mismo. Yo creo que no le caigo bien. Porque con todos los restaurantes que hay en Tenerife venirme a comer siempre a mí no me parece justo. Me siento como una Caperucita Roja cualquiera. ¡Y encima sin abuela!

El curso pasado, como ya tenía experiencia en este asunto, lo intenté con acupuntura. A ver si se le atragantaba alguna aguja... Pero al cabo de un mes de indescriptibles pinchazos a lo largo y ancho de mi cuerpo, empecé a pensármelo mejor. Total... Qué más da... Para que te zurza la vecina ¡más vale que te coma la ansiedad! Que es gratis... Así que me despedí de mi vecina y volví a las viejas costumbres.

Este curso, sin ir más lejos, he encontrado la solución perfecta para mis problemas.¡Me he suscrito a clases de Yoga! ¡Ya he asistido tres días! Es una maravilla. El primer día fue simplemente fantástico. Llegué a clase la primera. Quería coger un buen sitio en el centro para colocar mi colchoneta, tenderme y relajarme.

Así que me puse en un rincón... Porque todos iban de blanco. Menos yo... Que iba de negro. Pero me dio igual. Aunque me había equivocado de uniforme, allí estaba el suelo. Dispuesto a acogerme con los brazos abiertos. Y la música... Una música tan celestial y relajante que me impedía ver incluso a la Maestra de tanto que se me cerraban los ojos.

Mientras estaba eligiendo con qué sueño soñar en la hora y media de relax que me esperaba, todos los discípulos se pusieron de pie de repente. Me levanté como un resorte haciendo el saludo militar. Porque fue el único que se me ocurrió en ese momento... Les gustó mucho. Lo noté en la mirada cargada de admiración de todos los presentes. Y a partir de ese momento, perdí la noción de espacio, tiempo y equilibrio. Mi cuerpo fue, en la siguiente hora y media, una contorsión en sí mismo. Nunca podré entenderlo.

Y allí estaba yo, como una oveja negra entre etéreos e inmaculados entes que se movían sin parar, mientras, obnubilada, intentaba coger el ritmo. Menos mal que estaba en una esquina, porque las veces que me caí, simplemente reboté de una pared a otra, y seguí, como si nada, doblando cada trozo de mis articulaciones como una veterana más... 

Cuando ya todo mi ser se estaba desintegrando de tanto torcimiento corporal, la Maestra, con voz suave y armoniosa, dijo:

- Ahora van a hacer la postura del árbol.

Yo me quedé pensando un buen rato. Porque aunque tenga una amplia cultura sobre el tema y me haya leído varias veces el Kamasutra, ¡esa postura no la conocía! Así que, para no ser menos, me puse de pie, cerré los ojos y abrí los brazos sobre la cabeza. Porque para mí un árbol es redondo... Y así estuve, haciendo de árbol un tiempo ilimitado. Hasta que abrí los ojos, porque el tronco y las ramas me pesaban. ¡Pero cuál fue mi sorpresa cuando vi a todos mis compañeros sentados en la colchoneta, con las piernas cruzadas, las manos descansando en las rodillas y haciendo un canuto con los dedos...!

Hice lo propio, y, como en sueños, todos los que allí estaban empezaron a emitir un sonido mágico, el saludo de despedida:

-Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!

Me uní a ellos mugiendo con todas mis fuerzas, para liberar de mi cuerpo todas las malas energías y dejarlo en estado de grecia. Y así, después de unos cuantos mugidos, se acabó la clase. Salí de allí medio coja y medio tuerta, pero feliz. Sobre todo por haber aprendido una palabra nueva. Mú. Mú es la palabra más tántrica que he conocido en mi vida. Con razón las vacas son tan felices y dan leche. Y lo más importante. A las vacas no se las come la ansiedad. ¡Nos las comemos nosotros!

Seguiré pues, practicando esta nueva disciplina que me he impuesto voluntariamente, y sé, porque lo sé, que algún día lograré ir vestida de blanco, me pondré en el centro de la sala, y les enseñaré a todos a hacer la postura del jinete, la de la balanza, la postura del yunque, la del misionero (aunque esa es vieja), la del columpio, en fin , todas las posturas que me sé... menos la de las cucarachas porque me caen mal. Y además, como regalo, les voy a llevar unas cuantas fotos eróticas. Seguro que la Señorita me lo va a agradecer y me va a premiar con el primer Dan.

¡Vaya vaya con el Yoga!  Si lo sé me apunto antes...