Cuando quiero relajarme, salgo de compras con mi hija.
Ir de tiendas con su hija adolescente es todo lo que una buena madre pueda desear. Por eso suelo hacerlo con frecuencia, y si no hay nada que comprar, me lo invento. Lo importante es ser constante y entrenar cuerpo y mente con esta actividad tan lúdica.
Recuerdo el aciago día en que se me ocurrió decirle a la niña que le hacía falta un bikini. Aquel día mi hija tenía exactamente trece años. Yo no.
Después de una abrumadora semana me sentía tensa y nerviosa y necesitaba, como nunca, hacer terapia. Así que le rogué encarecidamente que fuéramos de compras.
Tras mucho insistir, logré mi propósito. Qué emocionante. Toda una tarde de compras. Y un sábado. No podía pedir más. Le di las gracias a mi buena fortuna y nos dispusimos a salir, haciendo un recuento de las tiendas disponibles para no olvidarnos de ninguna.
Y así fue. No dejamos atrás ninguna tienda. Caminamos horas y horas como buenas hermanas en la más tierna armonía, arrastrando yo los pies y ella, incansable, con toda su energía intacta ...y su mala uva también. Por fin, ya de noche, llegamos a una tienda de deportes, famosa por sus lindos y asequibles modelitos.
Como toda tienda que se precie, el probador era minúsculo. Cabíamos bien de perfil, pero si nos poníamos de frente, una de las dos sobraba. La puerta no era puerta, sino una cortina monísima que no llegaba al suelo, cubriendo únicamente de rodilla para arriba.
Gracias a la cortina pudimos desenvolvernos en aquel ecosistema y después de varios codazos y unas cuantas patadas, descubrimos, con inmensa alegría, que había llegado la hora de comprar. Lo habíamos conseguido. ¡Teníamos bikini!
Recuerdo la ropa en el suelo, el espejo, la gente impaciente que esperaba fuera. Recuerdo a mi hija agarrada de un perchero, yo de pie con el bikini nuevo en las manos. Recuerdo decir algo, no sé qué, y empezar a reirnos como locas. Y como tantas otras veces, recuerdo cómo el tiempo se paró y cómo el mundo empezó a girar a cámara lenta.
El ataque de risa fue tan grande que, de repente, mi hija se agachó, abrió las piernas, me miró... y se puso a hacer pis de una forma encantadora. Al principio fue un chorrito que poco a poco fue aumentando, convirtiéndose de repente en una sonora cascada que iba inundando el probador por momentos. Mi risa se congeló en ese mismo instante. ¡No podía ser! ¡ Eso no me podía estar pasando a mí! ¡No era justo!
Quise desaparecer, quise volatilizarme, quise abrir los brazos y convertirme en puerta blindada, quise no volver a salir de allí. Pero la realidad era bien distinta. Una tienda llena de gente y un probador inundado de pis. Paralizada, desesperada, enigmática y confusa, supe al momento lo que tenía que hacer. Dos lagrimones surcaron mis mejillas y así, sin más, me puse a llorar.
Y lloré un buen rato, no te creas, justo el tiempo de ver que detrás de la cortina no había pies. Entonces salimos disparadas, como dos almas en pena, encorvadas y veloces mirando al suelo, sintiendo encima de nosotras la mirada fría y acusadora de todos los que habían oído, detrás de la cortina, aquella riada espectacular.
La terapia funcionó. Llegué a casa tan cansada, deshecha y trastornada que aquella noche dormí como una bendita. Soñé con lluvia, lluvia de estrellas, que inundaba inexorablemente mi camerino, cortinas de humo, percheros flotantes, bikinis de rayas y terapias de grupo. Creo que fue una pesadilla. No me lo explico.
A pesar de todo, ahorré. No gastamos ni un duro, hicimos ejercicio, ocupamos la tarde, conocimos un montón de gente y nos pusimos al día en bikinis de nueva temporada.
Sin embargo, a partir de entonces, no hemos vuelto a compartir probador.
Y colorado colorín,
todo es cierto, de principio a fin.
Ir de tiendas con su hija adolescente es todo lo que una buena madre pueda desear. Por eso suelo hacerlo con frecuencia, y si no hay nada que comprar, me lo invento. Lo importante es ser constante y entrenar cuerpo y mente con esta actividad tan lúdica.
Recuerdo el aciago día en que se me ocurrió decirle a la niña que le hacía falta un bikini. Aquel día mi hija tenía exactamente trece años. Yo no.
Después de una abrumadora semana me sentía tensa y nerviosa y necesitaba, como nunca, hacer terapia. Así que le rogué encarecidamente que fuéramos de compras.
Tras mucho insistir, logré mi propósito. Qué emocionante. Toda una tarde de compras. Y un sábado. No podía pedir más. Le di las gracias a mi buena fortuna y nos dispusimos a salir, haciendo un recuento de las tiendas disponibles para no olvidarnos de ninguna.
Y así fue. No dejamos atrás ninguna tienda. Caminamos horas y horas como buenas hermanas en la más tierna armonía, arrastrando yo los pies y ella, incansable, con toda su energía intacta ...y su mala uva también. Por fin, ya de noche, llegamos a una tienda de deportes, famosa por sus lindos y asequibles modelitos.
Como toda tienda que se precie, el probador era minúsculo. Cabíamos bien de perfil, pero si nos poníamos de frente, una de las dos sobraba. La puerta no era puerta, sino una cortina monísima que no llegaba al suelo, cubriendo únicamente de rodilla para arriba.
Gracias a la cortina pudimos desenvolvernos en aquel ecosistema y después de varios codazos y unas cuantas patadas, descubrimos, con inmensa alegría, que había llegado la hora de comprar. Lo habíamos conseguido. ¡Teníamos bikini!
Recuerdo la ropa en el suelo, el espejo, la gente impaciente que esperaba fuera. Recuerdo a mi hija agarrada de un perchero, yo de pie con el bikini nuevo en las manos. Recuerdo decir algo, no sé qué, y empezar a reirnos como locas. Y como tantas otras veces, recuerdo cómo el tiempo se paró y cómo el mundo empezó a girar a cámara lenta.
El ataque de risa fue tan grande que, de repente, mi hija se agachó, abrió las piernas, me miró... y se puso a hacer pis de una forma encantadora. Al principio fue un chorrito que poco a poco fue aumentando, convirtiéndose de repente en una sonora cascada que iba inundando el probador por momentos. Mi risa se congeló en ese mismo instante. ¡No podía ser! ¡ Eso no me podía estar pasando a mí! ¡No era justo!
Quise desaparecer, quise volatilizarme, quise abrir los brazos y convertirme en puerta blindada, quise no volver a salir de allí. Pero la realidad era bien distinta. Una tienda llena de gente y un probador inundado de pis. Paralizada, desesperada, enigmática y confusa, supe al momento lo que tenía que hacer. Dos lagrimones surcaron mis mejillas y así, sin más, me puse a llorar.
Y lloré un buen rato, no te creas, justo el tiempo de ver que detrás de la cortina no había pies. Entonces salimos disparadas, como dos almas en pena, encorvadas y veloces mirando al suelo, sintiendo encima de nosotras la mirada fría y acusadora de todos los que habían oído, detrás de la cortina, aquella riada espectacular.
La terapia funcionó. Llegué a casa tan cansada, deshecha y trastornada que aquella noche dormí como una bendita. Soñé con lluvia, lluvia de estrellas, que inundaba inexorablemente mi camerino, cortinas de humo, percheros flotantes, bikinis de rayas y terapias de grupo. Creo que fue una pesadilla. No me lo explico.
A pesar de todo, ahorré. No gastamos ni un duro, hicimos ejercicio, ocupamos la tarde, conocimos un montón de gente y nos pusimos al día en bikinis de nueva temporada.
Sin embargo, a partir de entonces, no hemos vuelto a compartir probador.
Y colorado colorín,
todo es cierto, de principio a fin.
32 comentarios:
¿Pero y cómo le dió a la muchacha por agacharse y ponerse a hacer pis en medio del probador????????????????????????????
Je, imagino que por esa tienda no habéis vuelto no?
Muás
Entiendo que lloraras... jajajaja
No me quiero ni imaginar lo que hubiera pasado de ser un probador amplio y con una buena puerta... que no, que no lo voy a imaginar!!
Besos.
Santo cielo, me estoy preguntando lo mismo que Marguerite xD
Jjajaja, lluvia de estrellas...
No Comment! :D aunque el post da para eso y más
¡Eso te pasa por ser una madre guay!jejeje..., es fantástico tener una madre con la que MEARSE de la risa ¡¡vivan las madres que hacen que se meen sus hijas de risa y vivan las madres que se mean de la risa con sus hijas!! ¿me he explicado?ummmm...espero que si
Un beso grande
jajaja, mare miaaa... un beso !!
Si es que no hay nada más relajante ni mejor terapia que expulsar líquidos del cuerpo, ¿a qué sí?
Besos
"¿Pero y cómo le dió a la muchacha por agacharse y ponerse a hacer pis en medio del probador?"
No sé... No se puso a insultar en arameo también? Porque eso lo explicaría todo
Calla, calla, que me has hecho recordar cuando abrieron un centro comercial en mi ciudad hará unos diez años. Dejé el coche en el enorme aparcamiento (ahora me parece chiquitín ya ves) y tonta de mi no me fijé ni en el color, ni el número, ni en la letra de la columna. Iba con mi niña de casi cuatro años y mi madre. Y tenía que ir pendiente de las dos, mi madre ya no podía andar muy bien y se tenía que apoyar en mi además de ir pendiente del coco de la niña para no despistarnos. No teníamos ni idea de dónde estaban los servicios y la niña al cabo de una hora de pedirlo estaba dando evidencias de que no aguantaría más. El caso es que se hizo pis. Toda empapada, tuvimos que ir seleccionando tiendas para comprarle un chandal, ropa interior y menos mal que zapatos no. Mi madre estaba ya muy nerviosa y vino el momento más aterrador, salir al garaje y darme cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba el coche. Tuve que recorrerme el garaje entero, dejarme a mi madre y a la niña juntas, sentaditas en un macetero, para ir más ligera. Cachis, !!!qué infierno!!!.
Jo, yo sí que entiendo que le pasara eso a tu hija, la risa es lo peor de lo peor para quien tenga el muelle flojo y la vejiga llena. ¿O por qué si no cruzamos las piernas cuando nos reímos? Yo, desde el parto, se me quedó el muelle un poco dao de sí, y tengo que poner un empeño especial cuando estornudo, toso o me río. Tendré que andar con un cuidado especial cuando me acerque a tí, porque si así eres capaz de hacerme saltar las lágrimas de risa (este post no ha sido la excepción), qué no serás capaz de conseguir en persona... aunque a lo mejor esto te acompleja y no quieres andar cerca de nadie para evitar dejar un reguero de pises detrás tuya! (¡¡¡que nooooooo, que yo me pongo un tapón!!!).
Besazos.
Qué horror. Yo ya no voy de compras con mi hija adolescente. Lo que me gusta a mí, ella lo detesta. Lo que le gusta a ella a mí no, y además le da igual el precio. Sólo compro lo imprescindible. Un beso
jajajajajaja suponiendo que se hiciese pis de la risa.... pues que a mi tía la mas mayor tambien le pasa lo mismo...
Un beso
Marguerite: Han pasado varios años, pero cada vez que paso por delante de esa tienda me da un bajón. Por supuesto, no la he vuelto a pisar.
Raquel: No lo imagines pol dios! Que bastante tuve limpiando el charco con los kleenex que tenía...
Kandra: Nunca te ha dado un ataque de risa? Debe ser de familia, recuerdo que yo de pequeña, me hice pis en un ascensor...
Mariapan: A partir de ese día procuro reirme con ella en el baño...
Lamirada: Al recordarle me río yo también, pero te aseguro que ese momento fue horrendo!
Besitos y gracias
Bella: Desde luego! Pero según en qué lugar...
Necio Hutopo: Sí. Yo también me pregunté si no estaría poseída, pero creo que quién necesitaba de verdad un exorcismo en ese momento era yo.
Amy: Jajajaja! Me reconforta saber que alguien sabe lo que se siente en esas circunstancias. Tú también lloraste???
Illya: Menos mal que tú también lo entiendes, porque yo todavía tengo mis dudas. Illya fue horrible, lo pasé fatal. Ya sé que regalarte cuando vaya de visita a tu casa...
Susana: Si hay algo que detesto profundamente es ir de compras, incluso para mí. Imagínate lo que supone salir con ella. Bueno, ya veo que tú ya tienes experiencia.
Gansu: Escribiendo esto me acordé de algo parecido que te pasó a ti con tu hija. Qué paciencia se necesita para ser padres...
Besos a todos y muchas gracias
Ser madre (o padre) debe ser maravilloso, si te gusta ir de tiendas con tu hija, y encima lo propones tú, es que eres lo más de lo más en madres.
Casi me he meado yo al leerte, guapa, que vaya tela, entre Gansumino y tú, no veas lo que os pasa... Pero nos hacéis reír de lo lindo.
Besotes!!
No que va, lo que ocurre es que como ahora las tiendas son tan modernas, cuesta distinguir el baño de un probador...
A que sí?
Cuídate
Jajajajajaja.. ¿Y tu niña, cómo se quedó? Porque, vamos a mi me pasa eso con trece años y tengo pesadillas para el resto de mi vida.
Ays, pobres las dos :D
Yo odio ir de compras, creo que cuando la niña llegue a la adolescencia le diré que se vaya con mi suegra que a ella sí le gusta :)
Besos
Palito: Ja, ja. Creo que como madre soy un fracaso, por lo menos en el terreno de las compras. La que me obliga a salir de vez en cuando es ella...
Hombresymujeres: Tan cierto como que en los restaurantes modernos cuesta distinguir el plato principal del postre.
Nanny-Ogg: Pues ella se lo pasó´en grande. Hoy en día no hay complejos. Tampoco hay suegras que se presten, así que, aunque deteste salir de compras, no me queda otro remedio.
Besos a los tres y muchas gracias
Juasssss una historia de verdad encantadora, me causo muchisima gracia.
¡Que bueno! ¿Habrá algo mejor que mearse de risa, donde sea y como sea, si estás con tus retoños? jajajajaj, que se lo pregunten a mi Lope y el muelle flojo de su mami. Si es que desde que pares ese muelle anda un poco... de esa manera y..., ¡cachis, que bueno niña! Ojalá paseis muchos buenos ratos las dos juntas.
Besitos muchos,
nani
JAjajaa!!! Y nadie dijo nada??? Que buena es tu hija... no se corta!!! Jajaja!!!
Bueno, para mi lo mejor es que compartais todas esas cosas las 2, la relacion madre-hija no debe perderse nunca!!!
Un besitooo
Ahora la encuentro mucho más desahogada. Tomo nota de la terapia.
Analista: A mí también me hace gracia ahora...
Nani: Yo también espero seguir pasando buenos ratos con ella, pero en seco.
Acoolgirl: Es que no esperamos a conocer la opinión de la gente...
Ático: Jajajaja! Es una terapia fantástica, te la recomiendo.
Besos y muchas gracias
jeje no veas el bochorno no??? Yo me pondría rojo como un tomate mientras salgo por patas jejejeje
Un saludo!
Antonio José: Pues así me puse yo, como un tomate y además llorando. Supuso un antes y un después en mi vida.
Besos y gracias
Yo no lloré zaff pero mi madre sí que lloró, fue un momento tremendo.
Amy: Pues eres más fuerte que yo... Menos mal que con el tiempo se ríe uno.
Beitos
He llegado a tu blog, tras leer a Ático, que es buen amigo, y me he reído con tus anécdotas, tan bien escritas.
Ya tienes una lectora más. Ojalá yo tuviera tantos fans como tú...
Un saludo afectuoso.
Marga: Muchas gracias. Desde que me encuentre mejor de la muela, paso por tu casa a conocerte.
Muchos besos
jajaja!!, que bueno!
A mi me paso eso durante la misa del gallo, pertenecia a un coro un poco particular formado por niños y señoras octogenarias todos mezclado, a eso que una de las señoras seguramente inspirada por el gallo solto uno en su honor y yo en el centro del coro deje un charco que pudieron aprobechar para hacer el rio del belen, jajaja!!, que horror me muero cada vez que me acuerdo!
besitos.
Eli: Muchacha! Cómo me he reído con tu historia! Me imagino que tiene que haber sido una situación horrible!
Muchísimas gracias por venir y por hacerme reír tanto. Besos
Vaya apuro eh? El otro dia vi a una pobre nina de unos doce anos (con perdon, no hay ene en el teclado este estranjero!) en el tranvia, rodeada de una muralla de madres y hermanas, quienes, con sus cuerpos y bolsas de la compra intentaban cubrir la bochornosa evidencia..el riachuelo dorado que inexorablemente corria hacia la entrada del tram, sobre el que los viajeros teneian que saltar de forma incomoda al pasar...no puede haber sido facil. Que blog mas bueno, me recuerdas a I Allende pero mas volada y con mas humor.Ya estoy enganchada!xxx
Paola: No sabes qué alegría me das...!
Esa niña de los doce anos tiene que gastar un montón de papel higiénico...
Besotes linda
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